Lo vi cerrar sus ojos y perder su aliento.
Emprendía su éxodo entre la noche silenciosa; el tío y yo cruzamos miradas. Acaricié sus ojos y su boca para cerrarlos.
El abuelo emprendió su viaje final. Ese viaje que mi pensamiento y mi alma recorrió alguna vez. Un cuerpo inerte, ataúd, llanto, flores, velas, rezos, cruz y un completo abandono.
Después, tiemblo al advertir; el abuelo no regresa, yo sí. El viaje emprendido fue real en él, un suspiro en mí, un viaje que nunca perpetré.
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