Guido Cuenca, profesión electromecánico, supervisor con categoría A, de bajo perfil un tipo de hablar poco y lo necesario, obediente cumplidor, no llega tarde, pocas ausencias por enfermedad, legajo intachable, nunca una suspensión, tampoco un parte por accidente. Tato Vázquez todo un personaje, de profesión plaga, dueño de un legajo opuesto al de Guido. Tato apodado «fantasma», porque aparece…desaparece, especializado en llegadas tarde, culpa del despertador que no sonó o del micro que no le paró, el lugar que mas frecuenta es el baño. Otras cualidades, contestador y vago.

Un resfriado es suficiente motivo para dar aviso por enfermedad, sus ausencias son de Lunes a Viernes, presentándose muy puntual el Sábado porque se trabaja cuatro horas, lógico, el Sábado a la noche sale de joda, y no seria prudente que tenga una semana completa enfermo, si alguien de la empresa lo ve en la noche, sería su fin. Esta todo calculado a la perfección.

Guido Cuenca y Tato Vázquez, dos polos opuestos, el bueno y el malo, el agua y el aceite, el laburante y la plaga.

La metalúrgica no esta pasando por un buen momento, hay poco trabajo en el taller, entonces, se hace mantenimiento. Tato especialista en la ley del menor esfuerzo se adueña de la escoba y hace que barre, mientras lee los mensajes de wahtsapp

Guido va a la cocina y ve que la tapa de la parrigas, tiene el asa rota y atada con alambre de fardo, típico arreglo casero, la lleva al taller, le saca el alambre atado.

—Esto no da para más— el asa está en categoría desastre, y se pregunta ¿Qué le pone? Lo mira a Tato y le pregunta por la pava vieja.

— ¡Esta tirada en el contenedor! — contesta sin mirarlo porque está muy atento al celular y a su nuevo contacto, una chica que conoció en la bailanta del último Sábado.

Guido camina hacia el contenedor lleno de chatarra y no la ve a simple vista, retira los restos de una chapa recortada y a un costado justo en ese lugar que parecería puesto a propósito, está escondida la pava. Le cuesta llegar con la mano; después de dos intentos, saca del contenedor un resto de varilla del ocho, vuelve al taller corta la varilla en un largo de un metro, la apoya en el yunque y con una maza golpea las dos puntas, doblándolas, hasta quedar la forma de un gancho.

Se dirige al contenedor con el gancho y un poco de maña consigue sacar la bendita pava.

Aprieta el asa en la morsa, con un disco de corte retira los remaches deja a un lado la pava vieja, retira el asa, lo gira y está intacto, le dobla las puntas para que los agujeros coincidan con los de la campana, consigue dos tornillos cortos y un par de arandelas, ajusta los nuevos tornillos y listo, la parrigas está para usarse.

Escucha detrás un aplauso, es el ingeniero Zubiría jefe del taller, que junto al subdirector de la metalúrgica, están recorriendo los sectores. Miraron atentamente como Guido había realizado la reparación. El subdirector se acerca a la mesa de trabajo toma la campana la mira y la gira hacia un lado y hacia otro, como un especialista en control de calidad.

— ¡Pero muy bien Cuenca, lo felicito ¿Donde sacó esa manija? la campana está como nueva ¿Algún pedido de compra quizás?Je je je, mire que la empresa no está en condiciones de hacer gastos extras.

—Gracias señor, no…no se compró, la manija la saqué de una pava vieja que estaba tirada en el contenedor.

—Pero que bien che…Se da mucha maña usted, es muy inteligente, a mí no se me hubiera ocurrido, nuevamente lo felicito Cuenca.

Se retiran del taller, y murmura…

—Este hombre sabe mucho, más que saber, a cada cosa le encuentra una salida.

—Si es muy inteligente, casi mejor que yo, lo más destacado del sector, tiene una carpeta para presentar con ideas de mejorar el servicio de la empresa, su lema es » Nada es imposible», hay que buscarle la vuelta al problema para tener un buen resultado— contesta el jefe de taller.

—Mire que interesante, entonces, despida a este señor, motivo reducción de personal — El jefe de taller lo mira sorprendido.

— Pero…porque despedirlo, si es uno de los mejores empleados del sector.

—Por eso mismo, usted lo dijo, Guido Cuenca es un buen empleado capaz e inteligente, y un empleado inteligente en una empresa es una amenaza, en algún momento va a pasar por encima suyo y si lo deja actuar, por encima mío también.

El ingeniero que no reacciona por lo que escucha, interrumpe su comentario.

—Señor disculpe…el hombre solo arregló la manija de una parrigas

—Sí, hoy es la reparación de una manija, mañana reparará una máquina ¿Y pasado, que va a inventar?…suponga que presenta un proyecto donde sean eliminadas maquinarias o un sistema de trabajo que reemplace la mano de obra, incluyendo a usted, o a mí— pone una mano en el hombro del ingeniero y continua.

—Amigo, hay que cuidarse la espalda, como en la jungla, el desierto o el mar el depredador espera agazapado a su víctima, siempre gana el más fuerte, imagine un pez chico, que se las ingenia y pone toda su inteligencia a prueba para no ser depredado, va creciendo y creciendo, hasta convertirse en un depredador. Ahora es él quien come a los peces chicos ¿Que nos pasaría a nosotros si a Guido Cuenca no lo paramos a tiempo? podríamos ser sus víctimas. No quiero en la empresa gente que piense, quiero gente que trabaje y esté sometida al rigor, por ejemplo ese operario — señalándolo a Tato Vázquez— Estaba mirando el celular y cuando nos vio llegar, lo guardó y no dejó de barrer ni de acomodar cajas, estas son personas fáciles de manejar.¿Me entiende ingeniero?…en cambio Guido Cuenca es…Gente Peligrosa.

Fin

ISBN: 978-987-3657-22-1

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