Los dos tallas menos son una nueva especie. Han aparecido como consecuencia de los años de bonanza económica. Son chavales que no saben hacer nada, pero son bilingües o trilingües, se comportan con una educación aprendida, son correctos en todos los ámbitos. Son unos inconscientes. Conocen las herramientas, las informáticas por ejemplo, no se les resisten. Si les pides hacer una presentación, de lo que sea, para un congreso médico o de microprocesadores, o de microorganismos, pongamos que sea el caso. Ellos son capaces de montar una presentación espectacular, sin información alguna, sólo a base de Wikipedia, tirando de google. Además, son capaces de no hacer un power point, se bajan un programa de presentaciones de internet, que te permite no tener que enviar un correo si no verlo on line desde la oficina de Burgos tú, en medio de ancha es Castilla con un socio o un colega que te escucha desde Las Vegas y solo tiene que encender el ordenador y tú le das tu url, o un link y pasas tú las diapositivas en su ordenador. Eso sí, ¿qué dice la presentación? Nada. Es común a casi todos ellos un inglés hablado y escrito del nivel de la Reina de Inglaterra, saben esquiar, hacen deportes de vela. Por supuesto van al gimnasio, no necesariamente son atléticos. Les gusta el futbol y las mujeres, a pesar de lo femeninos que te parecen, que no es una crítica. No se avergüenzan de vestir colores rosa palo, jerséis con coderas, calcetines de calaveras- Son la prueba fehaciente de que el saber no sólo no ocupa lugar sino que no es necesario para la vida, y mucho menos para …no digo ya el éxito profesional, que al menos en mi caso no es a lo que aspiro. No es necesario saber, el saber, para nada. Basta llenar los huecos con muchas palabras vacías. El resultado es fantástico. Estar en una reunión con más de dos tallas menos puede llevar a un médico, arquitecto, ingeniero, ….al aburrimiento más supino después de pensar que no se entera de nada. Y no es eso, es que los dos tallas menos manejan el lenguaje. Manejan ‘un’ lenguaje. Mezclan anglicismos con el castellano, incluso hacen traducciones directas. Por ejemplo pueden hablar de un intercambiador cuando a lo que se refieren es a una palabra castellana que es enlace, un poquito técnica…es un cruce de carreteras, unas pasan por arriba y otras a nivel, o por abajo y hay puentes…en inglés se dice ‘interchange’…en español intercambiador es otra cosa. Hablan con acrónimos, muy común en el mundo anglosajón, pero hablan con ‘sus’ acrónimos…eso ya es rizar el rizo, porque no teníamos bastante con que se haya impuesto en Castellano hablar de Lleida, cuando nadie diría London o Rome, por poner ejemplos sencillos cercanos. No teníamos bastante con esa parida monumental y resulta que ahora tenemos que usar acrónimos ajenos. Ellos están ‘cómodos’ en ese ambiente, se sientes ‘confortables’ y hablan así todo el rato, como si estuvieran pactando la paz entre dos potencias enemigas. Son absurdos, buenos conversadores, atentos, educados, siempre huelen a limpio, beben cerveza cuando hay que beberla, eso sí nunca toman café, son de Cola cao o Coca Cola, sí, para desayunar, para comer, da igual. Los que no son como ellos lideran las reuniones cuando se trata de hablar de algo, pero en cuanto pueden, ellos, cogen el hilo y empiezan a unir una palabra con otra, cosas que han oído por á aquí y por allá y elaboran un discurso hipnótico que está a punto de convencerte a ti también. Es tan armonioso: unen unas palabras a otras, como en inglés, hacen sinalefas, se paran cuando pareces cansado de escuchar para dejarte intervenir y arrancan del monosílabo que te han dejado colar para elaborar su nueva sinfonía. Esto puede durar horas y un lego se puede sentir incluso tentado de seguirles el jugo, porque tiene cierto encanto. Me pregunto que será de los pacientes cuando todos los médicos sean dos tallas menos, qué será de las fábricas de coches, de los edificios, de las obras de ingeniería.
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