Historias Reales y Despiadadas sobre Despidos Laborales

Historias Reales y Despiadadas sobre Despidos Laborales

MI NOVIA

¡Tan linda! Ganaba super bien, pero igual el dinero no le alcanzaba. Se endeudó con auto, maestría y apartamento. Había escogido su estilo de vida, que no era el mío, pero igual le seguía la corriente por mi falta de carácter. Algunos días miraba al cielo y decía: «¡que pase algo! a mi muñequita se le está ensuciando su humildad y bondad con tanto consumismo y apariencia«.

El cielo me escuchó y ese viernes 22 de diciembre me llamó para darme esa noticia llorando: ¡me echaron!

Yo estaba tranquilo y en el fondo feliz porque mi amorcito volvería a ser pobre y normal. Sus llantos eran un nuevo ciclo para mí, para ella. Sentía que volaba entre los matorrales. La maleza había sido cortada para despejar el camino y el machete aún estaba en el suelo. Tres meses después terminamos nuestra relación y jamás la volví a ver.


LA MASACRE

Jamás en mis 35 años había pasado esto. Que despidieran a mi jefe, el jefe de mi jefe y el jefe del jefe de mi jefe. El error había sido garrafal, se habían perdido millones en la corporación. Me sentía culpable, no sé por qué, tal vez por mi problema mental.

Cuando la gerente que los había despedido llegó a nuestra oficina a dar la noticia, nos empezamos a mirar. Los ojos se humedecían, algunos con estelas rojas, muy rojas. La cascada de agua salada caía sobre todos nosotros. Nos ahogábamos.

Esto es como la muerte !Hay que llevar el duelo! Estaba siempre con nosotros y hoy simplemente se fue, no la veremos diariamente !Nunca más! La hemos perdido.

Los días siguientes con mis compañeros, hablábamos de reflexión, de recuerdos, de los momentos previos a ese baldado del despido. La nombrábamos mucho entre tantas anécdotas, que la última frase que me dijo a mí, a ella, al otro… En fin, el ataúd estaba ahí y celebrábamos las exequias.

Dos semanas después almorzamos con el cadáver en un restaurante y ella, mi ex-jefe, nos contó más detalles de su propia muerte. Ese árbol longevo habia sido desyerbado y sus raices cortadas. El polvero quedaba, pero ya veíamos aquel ser resucitado y feliz.

EL DESPIADADO SIN CORAZÓN

Soy madre soltera de dos hijos. Cada mañana le ponía pasión a mi trabajo y sé que tenia mi temperamento fuerte, a veces gritaba a mi jefe. Él era muy educado y jamás levantaba la voz, pero su defecto era disociar como válvula de escape. En su mente extraña, ¡se inventaba unas películas! Su hipocresía me tenía sin cuidado hasta que me despidió.

Ahora tengo más tiempo para mis hijos a pesar de que me rebusco para conseguir la comida. Me tocó demandar por alimentos al papá de mis hijos.

La muerte llegó a mi vida sólo tres semanas después de la masacre de su ex-jefe, el jefe de su ex-jefe y el jefe del jefe de su ex-jefe. Sacaron muchos más, la compañía andaba mal.

Asumo que mi jefe actuó en defensa propia (en su complejidad mental), creyendo que matándome iba a salvarse. Bueno, se salvó, aún sigue ahí muy alto en el organigrama de la empresa, pero muy bajo en humanidad, sensatez y ética.


LA HOJA QUE DERRAMÓ SANGRE

Con mi cargo de jefe tengo grandes responsabilidades y muchas veces me ha tocado tomar decisiones que no me agradan. Ese día RR.HH me dijo que le pasara la carta de despido a este chico, subalterno mío.

Era la única forma de reducir costos laborales porque era quien más ganaba en cargos operativos. Tenía su mujer en embarazo, era muy buena gente, me ayudaba mucho.

Yo sólo sigo órdenes, no me culpen a mí. En el camino, llevando aquella carta hasta sus manos, me corté un dedo con la afilada membrana de esa hoja. La manché de sangre. Se la hice firmar, luego quiso que reuniera a los demás compañeros para decirles sus últimas palabras: «…fue un despido sin justa causa…». No fue tan malo, no sufrió mucho.

Me puse una curita en mi dedito. Hoy duermo sin pesadillas y la empresa sigue dando bastantes utilidades.

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