Después de anunciarme con la secretaria, entro a una enorme oficina donde seré recibido por el señor X. Tomo asiento en una silla cómoda y entre distintas carpetas coloridas y papeles sueltos, noto, debajo del vidrio, los rostros de personas alegres; algunos jóvenes y otros ancianos. Pero lo que más llama mi atención, son las sonrisas llenas de felicidad en los más pequeños, disfrutando junto al Pato Donald y a Mickey Mouse.

Basta mirar bien para sentir los placeres de una familia hidalga. Las imágenes, debajo del cristal que recubre la mesa, le recuerdan a uno el real colorido del mundo, a través de retratos de viajes y experiencias que a cualquiera le renovarían la fe.

Pero ignorando todas aquellas fotografías, me detengo en el delicado y finísimo estilo de la decoración del cuarto. Me reclino unos ciento sesenta grados en el sillón, aprovechando que estoy solo, para observar el cielorraso de madera lustrada con elegantes molduras y sus enormes lámparas de cristales, luego desciendo por la cadena de libros en una enorme biblioteca empotrada en las paredes, donde me detengo en una mujer triste que está mirando a través de una ventana, como agarrándose el pecho por la partida de alguien. Observo otras obras en el cuarto, sin embargo, no sé qué hizo esta imagen con su recogimiento emocional, pero mi inteligencia se ve trastornada al ver el retrato donde esta mujer parece detener los suspiros con su mano para que el alma no se separe de su cuerpo. Y aquí es donde trato de escapar, poniendo toda mi atención en lo que se encuentra sobre el escritorio, con la esperanza de que aquellos rostros alegres no me recuerden la tristeza de mi madre. Le doy un giro a la pieza de globo dorado, rogando que no pare y que el mundo gire y no se detenga. Pero el sonido de aquel mecanismo agudiza aun más los sentidos que despierta la pintura, haciéndome revivir el rostro envuelto en lágrimas de mi madre. Y vuelvo a intentar, pero esta vez golpeando una de las cinco bolas del péndulo de Newton que ahora comienzan a indicarme que el tiempo que tengo es corto, cuando de pronto se oye entrar al hombre que me recibirá por primera vez en una entrevista laboral, quien me dará la oportunidad de salir al mundo, dejando de lado mi pubertad y mi vida escolar, para enfrentar un nuevo desafío luego de la repentina y extenuante partida de mi padre.

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