Desnudando mi alma o lo que queda de ella

Desnudando mi alma o lo que queda de ella

La verdad es que nunca he tenido muy claro como comenzar una historia, que otras personas puedan leer y mucho menos, si esa historia trata de tu propia vida. Porque no es algo que puedas contar de cualquier manera. Son sucesos que te ocurrieron y al revivirlos aunque sea a través de la escritura, es como si desnudaras tu alma, como si te enfrentaras a lo que te hace más vulnerable, para entregárselo en bandeja a personas completamente desconocidas.

Bueno si les soy sincera, puede que antes, cuando era niña o incluso en la adolescencia; me aterrase la idea en sí misma de que alguien pudiera conocer mis más oscuros secretos (bueno de niños, más que oscuros, infantiles), para luego hacer uso de ellos en mi contra. Pero quién a lo largo de su vida, no solo en la niñez; no ha sentido el temor sobre que alguien contara algo que no queríamos se supiera. Tengo que decir, que a veces, no es porque realmente el secreto en sí guarde nada trivial o de suma importancia para la humanidad, en plan ‘’El cáliz de la vida eterna’’ o ‘’La piedra filosofal’’. No, esta fantasía vamos a dejarla para otro momento, que sino comienzo a desvariar y entonces no hay quien me pare.

A veces creo, que la sencilla razón por la que no queremos que los otros conozcan nuestros fallos o errores cometidos, es por miedo a enfrentarnos a nosotros mismos y al qué dirán los demás al conocer, no el secreto en sí, sino a ver cómo somos realmente, sin máscaras, ni disfraces.

Imaginan a Batman por ejemplo, reconociendo frente a la ciudad de Gotham públicamente, que él es el justiciero enmascarado (con un sentido un poco malo de la estética). No, la respuesta es que no. Porque más de uno estará pensando, a ver, chica lista, pero es que si lo confiesa todo, ya no tendrá tapadera y todos sabrán, que es Bruce Wayne. Vale, estoy completamente de acuerdo, no fui una lumbrera en matemáticas, pero creo que pillo bastante bien la situación. Pero es que la pregunta que me surge a continuación es, ¿y cuál es el problema?, ¿qué importa llamarlo Batman o Bruce?, ¿acaso no es la misma persona?

Puede que el problema sea ese, que no queremos que levanten la máscara porque por desgracia, vivimos en una sociedad en la que se nos ha enseñado desde niños, a ser quiénes no somos porque no es lo correcto. Nos han enseñado a que debemos ser buenas personas, pero al mismo tiempo, hemos crecido viendo cómo las guerras arrasaban países enteros o como incluso a veces, disputas absurdas dejan devastados hogares enteros. Nos han enseñado a no mentir, pero nuestros mayores podían decir mentiras porque eran piadosas (personalmente creo que ninguna mentira es piadosa, si entendemos qué es la piedad). Nos han enseñado a ser tolerantes, pero cómo alguien comparta una opinión diferente a la tuya, no solo en ocasiones se discute acaloradamente, sino que puede que hasta esa persona, no sabemos por qué ‘’pero hay algo en él/ella, que no me convence’’ (típica frase absurda, que decimos para justificarnos). Nos han enseñado que somos personas libres, para poder hacer e ir dónde queramos, respetando claro está al resto de seres humanos; sin embargo, no tenemos la libertad de vivir y trabajar en el país qué queramos, porque existe algo llamado fronteras.

Podría continuar con una interminable lista de ….’’nos han enseñado, pero…’’, sin embargo el mensaje creo que está bastante claro. Es normal, que nos ocultemos incluso de los que queremos, porque los mensajes que han sido la base de nuestra crianza, han sido completamente contradictorios y no nos dejan muy claro, cómo debemos ser realmente. Puede que alguno este pensando, que no se oculta, que se muestra absolutamente transparente, que es igual en todas partes (claro que sí, no lo pongo en duda, creo…); pero de lo que estoy hablando no es de mentiras, ni engaños. Cuando digo que nos ponemos un antifaz, es porque por muy fieles que queramos ser a nosotros mismos, una acción tan cotidiana, como es ir a trabajar, nos condiciona para actuar tal y cómo realmente nos gustaría, porque queremos ser las personas escogidas, porque queremos agradar a nuestros compañeros de trabajo (bueno, hay excepciones), porque nos gustaría alcanzar un puesto mejor y encima, últimamente se recalca mucho que hay una gran cola de gente a la que se podría contratar en lugar de a ti; pues la presión que tienes aumenta para no cagarla.

Sinceramente (recalcando el tema de la transparencia), tengo que decir, que lo que he podido aprender, en lo que llevo hasta ahora andado; es que NUNCA, debes tenerle miedo a ser cómo tu eres y que SIEMPRE, deberás ser cómo quieras ser, porque esta vida es más bien corta, por mucho que las personas se vuelquen en la ciencia, para alargar la vida, en plan vampiros inmortales. Y es que, si en tu vida, pasas un tercio intentando descubrir quién eres, otro tercio con miedo a mostrarte tal y cómo eres; nos queda un pequeño tercio de la vida dónde aunque nos digan ‘’que nunca es tarde’’, sentiremos que hemos sido unos auténticos imbéciles, por haber dejado que la vida pase por delante de nuestras propias narices, buscando el Santo Grial, cuando teníamos la piedra filosofal en nuestras propias manos. Sé que llegados a este punto pensarán que ya me he vuelto a ir por las ramas, además de ser una gran fan de la mitología y ciencia ficción, pero les diré que aunque es cierto; no estoy diciendo nada más alejado de la realidad. Porque al final la vida no es sino lo que tenemos delante de nuestras propias narices, esperando a que seamos lo suficientemente valientes para arriesgarnos y hacer lo que realmente deseamos (en el buen sentido de la palabra, no en plan ir pisando a quién quiera). Pero como nos hemos tragado, la frasecita de nuestra infancia de »haz lo que yo digo pero no lo que yo hago»; la hemos masticado y la hemos digerido de tal manera, que ha pasado a nuestro torrente sanguíneo hasta el punto de influir en lo que decimos, pensamos o cómo nos comportamos.

Para que fuera posible un cambio, no solo deberíamos desintoxicarnos desde dentro, sino que como cualquier vicio adquirido, debe haber voluntad implícita por parte del que lo tiene, para poder eliminarlo y adquirir un nuevo hábito más saludable para nuestra mente.

De todas maneras no sé si es porque me considero una optimista inconsciente o porque no he tenido otro camino que me ayude a continuar en esta vida, que sinceramente creo que hasta la persona más longeva, tiene siempre y …¡OJO!, que estoy diciendo siempre; de poder cambiar hábitos adquiridos en su niñez, en cualquier momento de su vida. Probablemente, muchos piensen que el esfuerzo sea mayor, pues cuando repites una misma acción todos los días a lo largo de los años, termina siendo casi imposible modificarlo, pues es algo que se termina realizando de manera innata. Pero creo que el poder del cambio, no está en el periodo en que realizamos una acción, pues por esa simple lógica; no tendría mucho sentido, que un niño que ni siquiera sabe hablar, al tener en sus manos un aparato electrónico, sea capaz de realizar acciones con bastante precisión, sin tener una dilatada experiencia.

Creo que lo que realmente entra en juego a la hora de cambiar, es el poder que le damos a esa acción en sí misma. Es decir, como si se tratara de un mantra que nos da fuerzas para realizar aquello que nos propongamos. Porque seamos realistas, si pensamos en todas aquellos sucesos en nuestra vida, que han significado un antes y un después en nuestro camino, sucesos en los que nos vimos obligados a modificar todo lo anterior para poder seguir caminando, en plan ‘’renovarse o morir’’. Si por un momento, nos abstraemos a ese preciso instante, seremos capaces entonces de reconocer, que lo que realmente nos hizo movilizarnos fue nuestra propia voluntad. Nuestro profundo deseo que se transformó, en un impulso para llevarnos a ese cambio. Probablemente en ocasiones, las situaciones vividas hayan sido tan extremas, que irremediablemente no nos quedó otra salida, pero el motivo no me importa ahora. Simplemente quiero que analices, que te des cuenta, que los cambios pueden producirse en cualquier momento que realmente desees, si de verdad quieres hacerlo.

Así que después de esta extensa introducción, vamos a los oscuros secretos que encierran mi vida en donde al final después de todo, descubrí que sin Bruce Wayne, nunca hubiese existido Batman y que a pesar de lo que vivimos, somos dueños de cada paso que decidimos dar.

INFANCIA

¿Realmente, alguien recuerda el momento de su nacimiento?, es obvio que creo conocer la respuesta de probablemente el 99,9% de los que estén leyendo esto. Bueno…eso creo; a ver si ahora voy a pecar de listilla. Vale, salvo que tengas algún tipo de habilidad asombrosamente especial, la mayoría responderíamos que no recordamos nuestro nacimiento porque es prácticamente imposible, o eso se supone.

Pero aunque este dato pase desapercibido, pienso que el nacimiento en sí mismo está infravalorado. No me mal interpreten, pues sé perfectamente lo que un parto en sí significa. Simplemente quiero recalcar, que hoy en día dar a luz (aunque siempre será doloroso, eso hasta …el fin de los tiempos, con o sin epidural), no es como hace 100 años, donde las probabilidades de morir en el parto tanto para la madre como para el bebé, eran algo frecuente.

Puede que no entiendan porque en este comienzo tan épico sobre mi vida, hablo sobre los partos. Bueno pues porque salvo que mi madre, me lo haya ocultado toda la vida y fuera un experimento del gobierno o de los extraterrestres; se supone que como cualquier otro ser humano nací como todo el mundo, llorando mucho y tras muchos empujones vaginales. Aunque debo confesar que ya mi nacimiento en sí mismo, fue algo un tanto traumático. Mi feliz e ingenua madre, tan solo iba a una revisión rutinaria. Pero cuál fue la sorpresa de ella, que puesto que iba a ver cambios en la plantilla, supuestamente porque se aproximaba una huelga; decidieron pincharles oxitocina a todas las pringadillas como mi madre que ese día estaban allí y ….ala como conejas a parir rapidito, para tener tiempecito libre. (Si ya lo sé, esto da para otro debate sobre la mala praxis médica, que todos en algún momento hemos tenido la suerte de experimentar, pero eso otro día, ahora volvamos al tema de mi nacimiento).

Así que la situación es la siguiente, yo estaba calentita, cómoda, tenía planificado en mi calendario fetal, salir a saludar semanas más tarde, cuando de pronto me meten prisa, sin tan siquiera haber practicado, porque los adultos de fuera que ni siquiera conozco, quieren que salga. ¿Y alguien me preguntó a mí si estaba preparada? No, como de costumbre, las personas somos así de simpáticas; para qué preguntar, si ya hay una decisión tomada, sin tener en cuenta a todas las personas implicadas. Como a una sola persona se le meta en la cabeza tomar una decisión, pues ¡ala!, que los demás lo acepten.

Bueno volvamos al tema de mi nacimiento, porque yo sino rápido me disperso. El caso, es que según me ha contado mi madre, a los veinte días de nacer, tuvieron que hospitalizarme de urgencia, porque cuando nací no expulsé ‘’la pez’’ o lo que técnicamente se conoce como el meconio, que son las primeras heces que el recién nacido hace. Me imagino que llegados a este punto, puede que hablar de las caquitas de un bebé recién nacido, no era el relato apasionante que esperaban encontrar, pero es parte de la historia siento mucho decirlo pero yo solo me limito a escribir siendo fiel a la realidad.

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