La dualidad entre el corazón y la mente

La dualidad entre el corazón y la mente

Valentina

25/02/2019

Mi corazón llega a sentir amor para realmente todo el mundo, me gustan los hombres, incluso me he llegado a enamorar de ellos, pero también he sentido esa sensación de atracción incluso que me he podido llegar a gustar, y también sin previo aviso me llegué enamorar, y de a aquellas mujeres que salen sin querer en mis sueños, que sin quererlo pasa, pero he llegado a la conclusión que tampoco quiero que deje de pasarme. Y esto tiene una etiqueta, como básicamente todo, se le denomina bisexualidad.

Me di cuenta que lo era, por que como nos tienen acostumbrados los americanos, parece que fue como una película. La vi pasar con ese pelo rojizo, rizado, esos ojos color miel que describen como es ella, dulce carismática, incluso intensa, o también se le podría llamar que tiene ganas de vivir, ella es así, subió conmigo en el autobús yendo a trabajar, nuestras miradas como pasa en tantas otras películas se llegaron a cruzar, y sonrojada me pidió sí podía sentarse junto a mí, sin darme cuenta le sonreí como una completa boba, y asentí, dije claro, realmente pensé que las películas no se hacían realidad y así con un golpe de la propia realidad empezamos hablar, íbamos al mismo destino, pasaron días, semanas, meses… nos dimos el móvil, nos conocimos y sin darnos cuenta, empezó a ver una atracción denominada sexual, incluso soñé con ella, despertando en mí una cierta curiosidad por ella, por su cuerpo y más por sus labios, que sin quererlo, los quería de forma inimaginable, allí me di cuenta que el amor dejaba de tener el sentido “normal” que desde siempre se me ha inculcado.

Entre ella y yo existe los bonitos recuerdos como por ejemplo, el del autobús, de sus mejillas llenas de pecas y muy ruborizadas, su aroma que me llenaba de alegría y sin ni siquiera intentarlo, me hacía un favor demostrándome que era realmente aquello llamado amor, pero el recuerdo más preciado junto a ella, incluso uno de mis favoritos para siempre, era el de su pelo enredado entre mis dedos, sus manos delicadas acariciándome lentamente, recorriendo cada centímetro de mi piel, erizándola, y allí el tiempo se detuvo y mi cuerpo que sin intentarlo forme parte de ella. Fuimos una en aquella noche, en aquella pequeña habitación que nos unía de forma distinta, sus suspiros en mi oído era el paraíso en la Tierra, aquella noche sentimos como el amor era demasiado tanto que traspasa todo y sin darnos cuenta. Y sin querer, nos unimos en la misma noche, en aquella madrugada en el cual la luna nos sonría de forma distinta, y en cuando las estrellas fugaces nos dimos cuenta o creímos que caían más despacio de lo normal y que era para poder desearles estar siempre juntas y que nada nos pudiese separar, pero como en el comienzo del párrafo, solo queda el recuerdo de aquella bonita historia, será mejor no explicar el final, porque es mejor dejar lo bueno, el recuerdo que te hace sonreír y no aquel que te desgarra tanto que hasta las lágrimas caídas, no eran de agua, sino de sangre.

Ese es mi corazón, y ahora la controversia, la dualidad, aquel punto de inflexión, es mi mente. Nací en el seno de una familia creyente, me inculcaronlos valores de creer en Dios, siempre han querido lo mejor para mí, eso no puedo ni quiero negarlo porque s de primera mano que me quieren. Pero darme cuenta que tenía una etiqueta que a ellos les parece pecado, que para mí es tan real como que existe Dios. Mi mente me dice, me decía, que eso no estaba bien, que no es lo que me enseñaron.
Cuando me di cuenta que era real poder sentir amor por otra persona, aun siendo del mismo sexo y que a lo mejor yo no era la que estaba equivocada.

Mi mente era inocente, era como una esponja que aprendía lo que le enseñaban, y que lo que sentía y sigo sintiendo estaba mal, y cuando sentí amor hacia otra persona, lo camuflé como una simple amistad y que yo no era de esas “confundidas o pecadoras”, no podía ser hasta que fue, hasta que es.

Como conclusión de esta dualidad en el mismo cuerpo, se enfrentaba el negro y el blanco, no soy capaz de llegar a definir que era cada color, no sabía nada, pero si sentía de todo, tanto que me lastimaba por ser aquello que supuestamente no debía ser, y con mucho dolor llegue a saber que era así, y que nada podía cambiarme incluso mi propio yo más interno aquel que pensaba que sentir así estaba mal. Entonces mi cuerpo dividido en dos, confundido, rehusó a sentir amor.
Hasta que abrí los ojos, me di cuenta hace poco que siendo así es como mi Dios me creó, no puede ser que Él / Ella, me hiciese así, si se puede llegar a considerar pecado, como creyente entiendo que lo que hace Dios está bien porque le pedí cambiar y no cambie y sin cambiar me di cuenta que Él/ Ella no me considera una pecadora sino otra persona más, incluso soy del montón.

A lo mejor me di cuenta demasiado tarde, o pronto, no lo sé, pero lo que cuenta es que he abierto los ojos y la dualidad que había dentro de mí dejo de existir, porque no tenía sentido que existiera porque ser creyente no me obliga a dejar de sentir, incluso he podido a llegar a florecer.

Esta reflexión me dio a entender que también debo ser creyente con el corazón en la mano, pero consiente de que eso no me impide creer en el amor y no solo con el corazón sino también con la mente, así que puedo llegar a decir que ya dejé de ser dos personas en un mismo cuerpo a ser una, siendo más feliz que nunca.

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