Yo, yo y yo, Caminando por espacios fugaces, observando atonitos, como cada linea que da forma a la calle, parece alargarse sin tener un punto fijo. se aclaró con recalcitrante actitud que, el paseo sólo refrescaría nuestro semblante, una acción poco cotidiana en estos días rápidos y afanosos, menos para nosotros, caballeros andantes. Aquella noche y su manto polar, se sirvió de sus sútiles encantos para poseer mentes, pero claro, es imposible percatarse de ello, y más, si tu razón sólo obedece a los instintos.

Tan violenta como taciturna, Medellín, que en las noches es habitat ideal para delirantes encuentros y pesarosos designios. fue con ésta singular formula que en el Barrio la floresta, donde, obnubilado por el espectaculo onirico que tienen las calles; oscuras y a su vez contaminadas por espectros de luz, casi pierdo el juicio y mi vida… pues, mis respiración cada vez más pausada, con intervalos viciados, cargados de una ansiedad ensordecedora que, siempre me ha molestado, hizo un aviso aterrador, no he parado de hablar en horas… cómo no hacerlo, sí, él, él y él guardaban silencio, como quien espera una sentencia, sus ojos casi desorbitados, poco acostumbrados ha permanecer sujetos en algo, los demás organos intactos, no se han movido en buen tiempo.

No fue casualidad ni rareza el habernos encontrado con un errante, hombre de cenizos cabellos, piel curtida debido, al parecer, por años de aventurarse en la ambivalente urbe. Esperamos con desden, alguna interacción, producto de la paranoia que se siembra a altas horas de la noche, sin embargo, el ambiente, ya nos hizo suyos, no siendo muy diferentes a una piedra, debido a que, no emitimos sonido alguno, por lo cual, todo seguia siendo inmutable, con un ininteligible mensaje que francamente no me interesó, porque, no importa a donde mire, todo sigue siendo muy humano, pestilente, ya que, los palidos, sempiternos edificios, asomaban sus fachadas color ladrillo, por encima de los árboles, rompiendo aquel anormal encanto que había visto con inagotable melancolia.

Estando a sólo doce pasos de la media noche, ésta sigue siendo joven, aún así, su culpable inocencia, cierne sobre cada cabeza presente, intermitentes ideas, por lo cual no hay un punto medio rescatable, pues, era el quedarnos allí derrumbados, carentes de razón para abrir los ojos o salir corriendo, despojarnos de nuestrar ropas, y continuar una servil vida «feliz». Poca importancia dimósle a dichos destinos, consecuencia de nuestra irreverente actitud. Continuamos apacibles por corredores extensos, como quien espera ser sorprendido, pero la única respuesta vino de parte de la lluvia, precipitadas agujas que no dudaban en chocar contra nuestra corona y mancebo rostro, rápidamente, vímonos cubiertos de hélida agua. Sus agresivas consecuencias, atizaron lo que según creíamos, no compartiamos con los demás, nuestra humanidad. debido a que, el frío causó terribles espasmos, coloreando nuestra piel con una tonaliad más de muertos – felices por esto-, y tambien, nos puso piel de gallina, quisimos hacer una rápida reflexión, conveciendonos de que la indiferencia, apenas empleada, para evitar ser muertos por otros, terminará por poner el último clavo a nuestro ataud simbólico, a nuestros locos ideales.

Malaventurados y muy obstinados, por decisión propia. Seguíamos queriendo más acción. La noche, ciertamente, no estuvo pasmada, por ende, pedíamos movimiento, no importaba qué, ya nos aburríamos. nos estacionamos frente a una cafetería de esas que nunca cierran, con sus letreto en letras grandes de 24 horas, adentro, estaba la personada encargada, postrada sobre el mostrador, como quien está acostumbrado a la actividad nocturna y no tiene más opción, en el espacio sólo se podía oír una televisión en la sección de chismes, circustancia tan desagradable como cómica, por fortuna, aprovechamos la situación para reestablecer las necesidades corporales, porque un cuerpo con urgencias, no piensa mas que en darles auxilios, ¿no?. Se nos antojo un poco de café acomapañado con un pan de queso, fue el suficiente soporte como para pensar en un nuevo rumbo, no obstante, el sol estaba a punto de ser concebido, como era de costumbre.

Nuevamente nos escurrimos sobre el asfalto. Apenas restauradas y en breves instantes Consumidas las energías, la fatiga se tornaba cada vez más penosa, descarada, muy poco disimulable. La calle, con sus multiples aspectos, en giro, sentido derecha – izquierda, hacía arriba, en bajada, había hecho un efecto de laberinto, penoso intento, si su intención era ser un reto, debido que, en diferentes ocasiones, ese escenario había sido nuestro, centro de otros suceso verdaderamente impactantes. Un gran flujo de personas se avalanzaba de nuevo a las calles, acompañandonos en silencio, sin cruzar si quiera miradas, de manera que, sólo los automoviles hacían eco, sin importar qué, teniendo en cuenta el residual rastro de la penumbra nocturna. El astro rey, estaba próximo a salir, estando todavía nosotros en la calle, claro que, todo parecía regresar a su normalidad; a la realidad que todos conocemos, lo matutino. Las personas que sólo hace unas horas estaban dormidas, nos acompañan brevemente, sus rostros vislumbran con una amarga desidía que, si no fuera porque están aferrados a sus vidas, se irían flotando a otro planeta.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS