El pincel se desliza, araña, muerde el lienzo de Mariano Sandoval, gritan las espátulas y se retuerce el caballete resistiendo los azotes de la creación. Belleza, mundo, expresión, simpleza, profundidad y calma se funden en una mano poderosa y gentil y se van entrelazando ante la mirada abstracta de otros universos, intereses y ruidos. Las gotas de sudor en el cuello de Mariano se mofan de las gélidas temperaturas de esta mañana gris, desde el aislamiento de un ático en el centro de Madrid se gesta el nacimiento de una nueva obra, de un faro de luz en el túnel de la ignorancia, el desamor y los smartphone de la idiotez.
Mariano es la ópera de la plástica, se escucha decir a la critica más exigente, es como si cada obra suya abriese un nuevo estilo dentro de la pintura contemporánea y eso lo vive desde su humildad el joven Sandoval. Si imponente es su obra, silenciado es su andar cotidiano, casi desapercibido. Amante de las simples cosas, como todo el que lleva mucho dentro, Mariano viaja en metro a todas partes, camina distancias absurdas en el mundo de las prisas sin sentido, donde todos conducen enloquecidos para llegar a ningún sitio, absorbe cuanto puede, se nutre y luego pasa por el agujero del conejo loco para entrar en una delirante espiran creativa, es una especie de salida a la superficie a respirar y luego regresa a las profundidades a crear, a vivir, en definitiva ¿ qué es la vida sino lo que creamos, lo que hacemos todos los días, lo que dejamos como huella de nuestro paso por este tiempo lineal y escurridizo a tropezones?
Un manto de polvo cubre, interminable, el Alfa Romeo Giulia 1600 que recibió de regalo tras su primera exposición en París y reposa, olvidado, en el sótano del edificio. A pesar de ser una pieza valorada en el mundo del automovilismo para Mariano es una extravagancia, una forma de aislarse que no necesita, un modo de poner barreras entre el y la experiencia necesarias para vivir, o para crear, o para ambos que vienen a ser lo mismo.
Helga de Alvear es la galería escogida por Mariano desde hace tres años, esta noche España y el mundo conocerá el ciclo artístico «Vida y obra o viceversa», una serie de 12 piezas únicas, trabajadas, sentidas, palpitadas por Mariano desde la soledad de su ático y que arrancan desde suspiros románticos hasta reflexiones filosóficas de la vida y la existencia. Fotógrafos, críticos, eruditos, amigos y figurantes se pasean por las salas del recinto, copa en mano, disfrutando o simulando según el propósito de su presencia.
Un frío intenso, un siglo suspendido, la sensación de miedo absoluto se apodera del cuerpo delgado de Mariano Sandoval, una cuchillada en la base del cuello ha detenido los relojes y los sonidos y cae, sin arnés ni malla de seguridad, el trapecista de los pinceles.
El hospital, la familia consternada, los amigos que se miran entre el desconcierto y la pena por este absurdo total. Ha quedado cuadripléjico Sr. Sandoval, lo siento mucho, es el diagnóstico, debería ser daño colateral causado por una sociedad enferma que mutila a los de su especie por el brillo de un reloj o la presunción de una cartera repleta de euros. Es un milagro que sigamos existiendo como especie, reflexiona desde el silencio Mariano Sandoval, una profunda amargura le constriñe el pecho, no cuestiona el quién, sino en por qué.
Desde la silla de ruedas, al borde del balcón interior de la casa de campo de sus padres, Mariano llama a la familia que desayuna en la terraza, ha pasado un tiempo, ya todo es más tranquilo. Mariano no habla mucho pero esa es su naturaleza, por eso la sorpresa ante su repentina vocación de comunicar para todos.
He deicidio poner fin a mi días, voy a solicitar el suicidio asistido. La familia ha quedado en el limbo entre el desconcierto y la negación. Desde ese día lo han visitado dos sacerdotes, tres abogados y un psiquiatra pero nadie ha sabido responder a la pregunta de Mariano Sandoval.
¿Qué es la vida humana?, ¿acaso un rítmico inspirar y expirar?, ¿una lamentable sucesión de latidos que corren o duermen a demanda de alguna hormona caprichosa o estímulo eléctrico?
Biblia en mano los párrocos se aferran a la terciarización de la propiedad de la vida y la promesa de otra después de mañana, pero a Mariano eso no le interesa, quiere pintar, quiere expresarse, sentir a través del lienzo y es imposible.
No me sirve otra vida, quiero esta que me han arrebatado, si el precio que he de pagar es no ver ese mañana prometido, prefiero morir pintando en esta que existir en vano y sin sentido. Con delicadeza escucha los argumentos y con humildad despide a los sacerdotes.
Que se aferre a nuevos derroteros, dicen los psiquiatras, debe ser porque mucha vocación no tienen, es como pedirle al pez que en lugar de nadar, vuele. No se es sino a través de lo que se crea, al menos en la visión de mundo del pintor mutilado.
Abogados mediante, con leyes absurdas que descansan en la raíz de un sistema judicial contaminado de prejuicios y conceptos arcaicos, la familia pretende anclarlo a una silla, mirarlo mientras se va apagando de tristeza, es una especie de egoísmo antropológico que no es ni criticable ni defendible, simplemente está.
Una silla vacía y una nota escrita por un cómplice: viví mientras pinté, fui yo mientras pude crear, expresarme. No tengo una enfermedad mortal y castigadora, tengo una existencia hueca que es peor. Me voy en paz porque ya me fui, la noche de la cuchillada en mi cuello es la fecha certera de mi muerte, así lo quiero en mi losa. Si quieren recordarme, miren mis cuadros, acaricien mis lienzos, ese soy yo, el resto es envoltura.
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