Aquel frío de mediados de Julio, donde todavía miraba el techo acostado, imaginando cuando esté subiendo al avión a punto de despegar hacia mi objetivo.

Ese lugar, tan único, con un frío casi tangible, donde el estar ahí huele a historia.

Un pasado triste y oscuro, fácilmente notado en el ambiente del lugar. Ese señor que me recibió en el aeropuerto me ponía en sintonía con Rusia. Donde tendría en mis oídos, manos y mente toda la cultura, creencias e historia del país.

Y así fue como te imaginé.

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