Las Flores del Infierno

Las Flores del Infierno

Rebeca Dahl

18/02/2019

(Indicaciones para el lector: Las partes del texto subrayados indican sueños. El relato tiene subdivisiones que permiten lecturas diferentes. Primera forma de hacer la lectura: orden cronológico. Segunda forma de hacer la lectura 5, 1, 10, 2, 4, 11, 9, 12, 3, 7, 8, 6)

1.

Hube perdido la noción del tiempo, la fuerza se iba lentamente con cada suspiro lúgubre entrapajado con los vaivenes de azufre en el ambiente. Me encontraba frente a frente con el Diablo, su sonrisa macabra encerraba tras una reja mi carne. Prefería cerrar los ojos para no mirar y aprender los detalles del portentoso infierno.

2.

-¡Jaque!-, grité. Limpié las densas gotas de sudor o sangre que resbalaban por mi frente. El espacio se llenó de un silencio escalofriante y todas las miradas se posaron sobre mi espalda recubierta por cicatrices que causaron los latigazos del Diablo. Los demás demonios y otros malditos quedaron perplejos, podía escuchar como de su alma llena de pus y veneno chorreaban lágrimas. Me conmovió descubrir que en los aposentos más malignos hay piedad. Al ponerme de pie, proyecté una sobra sobre el tablero de ajedrez que recalcaba mi victoria.

3.

El Diablo seguía sin levantar la cara, podía escuchar su respiración agitada, cada latido de su pecho aumentaba la temperatura que revestía el infierno. Al poco rato, los demonios comenzaron a chillar del dolor, se reventaban sus costras. Por mí parte, sentía el alma atontada por la avasalladora gloria. Ignoré las miradas hurañas, pateando con descomunal fuerza al Diablo, quien rodó por la empinada ladera de piedras ardientes, vi su carne quebrarse. Un trozo de su cuerno se partió, los demonios y demás desgraciados saltaron para alcanzarlo. Sin embargo, al rozar una de las piedras, el cuerno envuelto en sangre tomó la forma de una daga inmaculada. Finalmente, el Diablo se puso de pie.

4.

Sin levantar el rostro, el Diablo dijo:

-Permíteme una última cena, luego podrás matarme al amanecer.

-Si mato al Diablo, ¿seré bendita o desgraciada? Me ahogo ahora mismo en la moral. Mi condena será aventurarme a desaciertos en los que mi heroísmo me ponga la piel de un villano.

-A las siete en punto, una carreta halada por el alma de tus enemigos te escoltará al banquete.

5.

Más tarde, fui conducida al interior de un cuarto completamente blanco. Sentí estar nuevamente en el tablero de ajedrez, cabalgando con el corazón entre los dedos a través de esa espesa niebla con aroma a azufre y muerte. Mi caballo algo cobarde, sufría cada una de mis palabras egoístas, al igual que mis peones. Mi reina temblaba impresionada por la sombra del diablo. Cada oscuro movimiento donde se reflejaban mi astucia y la de la criatura maligna. Experiencia inolvidable, donde el castigo por un mal movimiento era una lluvia de latigazos, y aun peor aceptar a la muerte como destino.

6.

Supongo que tomé una pequeña siesta, pues me encontré desnuda, con la piel pálida en una bellísima alcoba donde helaba. A mí alrededor florecían capullos de todos los colores, mas era incapaz de verlos pues olvidé como abrir los ojos. Andaba con los pies descalzos, sintiendo como sus pétalos me lamían las plantas, aquella sensación excitante terminó por causarme incontrolables risas, amenazando con derrumbar el exterior a causa del estruendo. Finalmente, la séptima carcajada destruyó aquel espejismo. Antes de que el mundo entero me aplastara, volviéndome víctima de mis consecuencias, abrí los ojos y al mismo tiempo todos los capullos se abrieron.

7.

Más tarde, la carreta llegó alada por corceles altos, majestuosos; pero al entrecerrar los ojos, vi como estaban formados por calaveras que se arrancaban con angustia la carne y gritaban suplicando mi perdón. ¿A caso su sufrimiento causaría algo en mí? ¿Mi alma tendría la capacidad de deleitarse por el dolor de quienes me hicieron mal? Si los libraba de la agonía, ¿mi alma se sentiría en paz? La respuesta a aquellas inquietudes fue: no.

8.

A penas llegué al banquete los liberé, viendo cómo se desintegraban en el alba, envueltos en fuego. La cena estuvo deliciosa, me senté en trono del Diablo. Como entretenimiento, trajeron vivo a mi padre para azotarlo, creyendo que disfrutaría su dolor por golpearme cuando niño. Descubrí entones, que no tenía ningún sentimiento por aquella criatura débil. Sin embargo, no me opuse, de su carne partida saltaban trozos de alma, capaces de iluminar cual farol la habitación. Terminé por irme temprano. Dormí empuñando la daga.

9.

Soñé que me encontraba con los ojos cerrados dentro de una habitación solitaria, pero esta vez traía las extremidades atadas a una valija. Desperté de golpe, sin poder abrir los ojos en el sueño.

10.

Supongo que fue un instinto el que me alertó sobre la presencia del extraño. Al recuperarme, divisé al Diablo entre mis piernas, con sus ropas nuevas, rostro de bestia, colmillos amarillentos, aliento de azufre, piel de serpiente, garras filosas, esos ojos oscuros y penetrantes. Nos miramos fijamente, pude reconocer mi reflejo pasmado dentro de sus pupilas brillantes. Sentí como su tibio aliento me envolvía la piel. Empuñaba una daga similar a la mía entre mis senos, apunto de penetrarme el pecho. Entonces, reconocí en sus ojos la verdad de la que ya no podía huir.

11.

Hubo un retorno breve al sueño en el que abrí los ojos.

-Perdono tu deuda, le dije.

12.

No maté al Diablo, porque hacerlo me traería nuevas responsabilidades. Descubrí el delgado límite entre el bien y el mal. Supe que la victoria carecía de sentido y que aceptarla me haría presa de un banal momento, siendo víctima de un mundo para hombres ciegos. Tampoco amaba al Diablo como para dejarlo vivir por buena voluntad, mi conveniencia y desapego dependían de mis decisiones. Seguía en el infierno, pero mi alma despertó en un campo de flores, donde perdí las raíces podía partir a voluntad. Nunca volví a amar, odiar o desear. No es necesario luego existir a través de los ojos de la libertad

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