Somos algoritmos

Somos algoritmos

Roman

25/02/2019

Hubo un tiempo, en el año 2049, en el que los seremos humanos habían olvidado lo que era la filosofía. Una amnesia colectiva había hecho perder la memoria sobre esa herramienta vital para la conciencia crítica y autónoma.

Las personas ya no trataban de resignificar los conflictos, buscarle nuevos sentidos a las experiencias de la vida sino que preferían, adormecerse y sustraerse del mundo.

Elegían, aún sabiendo que padecían un raro virus llamado retuit, vivir una vida infame y despojada de sentimientos y emociones reales.

Esta nueva forma de adormecimiento masivo, de zombismo virtual, convirtió a los seres humanos, en recipientes vacíos de contenidos y llenos de datos, bits y números. Los transformó en chatarra digital.Se aceptaba que el mundo era una máquina. En esta nueva era, la idea de persona y de dato se encontraban fundidas.

Esa sociedad era gobernada por un tirano llamado “me gusta”. Ese tirano convirtió a la humanidad en seres algorítmicos, es decir, personas que respetaban una regla sin tener en cuenta las consecuencias éticas. No hacía falta la ética, si el Otro era virtual, no lo conocíamos. No hacía falta la sociedad, si el Otro era digital.

Las redes sociales y la tecnología, triunfaron gracias a las debilidades que todas las personas tenemos, sacando lo más sórdido y oscuro de lo humano. En aquel tiempo, ya no fue necesario lavar cerebros sino programarlos, usando toda la información que a diario circulaba en la red de redes.

Aquel sistema de antaño, promovía el individualismo y el egoísmo para subsistir. Tener vínculos con alguien, significaba asociación, solidaridad, empatía, confianza y construcción con el Otro. Estos eran grandes males para el virus y su tirano cómplice.

La crítica fue condenada y prohibida dado su gran poder de antídoto, frente al veneno de la posverdad.

La tecnología alteró el espacio y el tiempo. Podemos contactarnos con alguien en cualquier lugar y en tiempo real, pero para tener un vínculo es necesario espacio y tiempo material y concreto.

Se vivía una ilusión, una burda ficción de estar comunicados a través de los aparatos tecnológicos cuando simplemente estábamos conectados, nos habíamos creído que lo virtual era lo mismo que lo real.

Pero el algoritmo tuvo su final….las máquinas quisieron convertirse en humanos asediados por la finitud humana.

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