Entre los hermanos del sueño

Entre los hermanos del sueño

Sueño, sé que estoy soñando aunque las mientes de mi cabeza me digan lo contrario, lo sé de sobra, pues te hayas mirándome, ahí de pie, en nuestra casa, como si de verdad fuera posible escapar de los brazos de Caronte, como si de las aguas del Lete no hubieras bebido ya hace tanto tiempo.

Pero me gusta el artificio de mi engaño, y me dejo caer en la burda “imaginería” del sueño, pues adoro volver a escuchar el timbre de tu voz llenándolo todo. Saboreo el momento, sintiéndome en deuda con Morfeo, deseando su benevolencia, y que por su obra y gracia me deje notar tu piel, y evoque cuidadosamente la fragancia de tu cuerpo. Y ahí estas, acercándote despreocupado, sin saber si quiera que de un momento a otro volverás al reino de los eternos durmientes; y yo te miro ansiosa, tratando de grabar nuevamente la estampa de tu imagen en mi memoria. Y sucede, tu mano aparta un mechón de mi pelo y por fin siento el roce de tus dedos. Me preguntas ausente si te estoy escuchando, me clavas los ojos con recelo, como si pudieras saber que te oculto algo, y me miras de aquella forma, como solías hacer cuando querías sonsacarme algún secreto, y por un momento siento deseos de abrazarte y decirte que apenas nos queda tiempo, pero sé que no debo hacerlo, o de lo contrario puede que los Dioses no me permitan volver a soñarte de nuevo. Te sonrio, y trato de no volcar mi desesperación en el beso que te robo; me miras preocupado, insistes en averiguar que te escondo, yo desoigo tus réplicas y me fundo en tus brazos.

Me despierto, aún puedo sentir sobre mí la duda en tus ojos

Y así era ayer, antes de que las lunas se sucediesen, antes de que los hermanos se enfrentaran por el sueño de una mortal; y entonces, en el ahora, la quimera pasada es sólo vigilia.

El sueño no llegaba, no podía conciliarme con Morfeo, se sentía iracundo, cizañado por sus hermanos me acusaba de malgastar mis horas de sueño, en lo que él llamaba «profanación de su imperio» . Maniataba sin pudor alguno mis párpados cansados, los anclaba al reino de los no durmientes, me negaba la entrada al tan deseado mundo onírico. Trataba yo, inútilmente, de hacer mis cábalas de memoria, de encontrar el momento justo en el que lo había retado; inconsciente, absurda, confundida. Y entre tanto disparate, vi cruzar mi pálida sombra, la escuálida figura famélica de mi propia renuncia.

Y entonces, de la mano de Iquelo, apareciste, trayéndome de vuelta el viejo cautiverio de tu oscura mirada. Corrompiendo las madrugadas noctámbulas de mi cama. Lejos de mí, en espacio y tiempo, cual espectro errante, venías a torturarme cuando el consciente caía preso del cansancio y el desvelo. El Dios del miedo se valía de ti, de la pesadilla, me torturaba con tu ausencia, y alzaba tu desdibujada forma triunfante, amenazando con resurgir de entre mis más profundos fantasmas para no volver. O tal vez fuese el ensueño quien quisiera castigarme por haber robado trocitos de ti mientras dormía…

Sé que ya no existes, o quizá sí, al menos no perteneces al mundo de los vivos, donde los zombis se han adueñado de las ciudades, los títeres juegan a ser gobernantes y las gentes de antaño olvidadas en aldeas sin nombre.

Sé que con tu partida el mundo se perdió a un maravilloso filósofo, músico y poeta mudo, de manos atrapadas en infiernos que siempre fueron solo tuyos…

Sé que vienes a torturarme cuando cae la noche, cuando los tres oniros salen del Érebo, cuando Fantaso me susurra que debo ser alguna clase de reina. Y tú de alguna forma que ni si quiera ellos entienden, consigues tras máscaras mostrarme tu rostro, para que no caiga dormida en el mal de este sueño, para que no cese ninguna noche en la labor de librar la batalla y resistir al olvido, firme, aunque erosionada, como las rocas donde nos sentábamos a planear la vida que no sería.

Quiero agradecerte desde este lecho ya desierto, tus bellas torturas, pero deseo dormir alguna noche, caer rendida, rendirme, para levantarme mañana con la fuerza y la gana renovada, necesito cerrar los ojos, hacer las paces con los hijos de Hipnos, que me dejen soñar ausente, un momento, una madrugada entera… a cambio prometo no olvidar jamás; no olvidar quien soy, quien son ellos y por que poco quien fuimos. Quizá así logre una tregua con los hermanos, quizá así Morfeo me deje volver a verte encendido, con la vida corriendo por tus mejillas, quizá Iquelo sienta lástima de mí y permita que juguemos en un tiempo «multiverso» donde tú aún existes y donde yo aún te encuentro. Quizá el tercer hermano me diga cual es mi reino.

Oh queridas mientes de mi cabeza, oh queridos Dioses, si pudiese recobrar con vuestro sueño lo que un día jure eterno…

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