“Explícame porqué la filosofía ayuda a vivir y morir mejor”. El trancazo fue brutal, me dije: “¿yo voy a contestar algo como esto?”, me retuve en exponer, mas solo lo pensé.

Ella insistía y yo me exhortaba en responder por mis pobres capacidades intelectuales; guardar silencio era la mejor manera para seguir pareciendo interesante y misterioso.

Pero la muda artillería perdía efecto y bostezos anunciaban el aburrimiento de la chica que me acompañaba. Se acercaba el “me tengo que ir” por perder el interés. Entonces, con voz grave y parca de volumen, anuncié:

– Así que, insistes en saber qué pienso sobre aquella pregunta…

– Sí, bueno, si no te incomoda. Yo, ya sabes, no soy tan buena lectora.

– Pero si no sirve pa’ nada, ¿en serio?, ¿estás segura?

– Sí, quiero entender mejor esas cosas y creo que tú eres alguien que puede explicármelo.

– Para nada: en tierra de ciegos, el tuerto convence a quien sea.

– No entendí muy bien pero ya, anda, ¿ves? Explícame como puedas.

– Bueno, no sé si sea así pero ahí te va lo que creo: la neta, no sé si la filosofía ayude, tengo mis dudas. En lo particular, a veces me da una contrariedad terrible y pa’ qué te cuento. Quizás ahí difiero un poco, en eso de buscar aclarar las cosas.

Pero, sabes, en lo que sí contribuye es en entender que somos insignificantes, patéticos, seres ridículos; y al mismo tiempo, valiosos, llenos de vida y sobretodo, una especie única.

– ¿Qué? ¡cómo!

– Déjame continuar.

– Discúlpame, mis imprudencias, ya sabes, por eso te gusto. Anda, continúa.

– Vale, no te preocupes. Insignificantes en el sentido de lo minúsculo que somos. Nuestro tamaño tacaño, casi imperceptible al telescopio del universo hace que a prácticamente nadie le interese nuestra existencia y menos nuestro proceder: la extinción. Ya sea como especie o individualmente, somos nada para la inmensa realidad.

– Me asusta saber esto… Me siento tan patética.

– Pero no lo eres. Eres increíble. Porque al mismo tiempo somos capaces de vernos con otros lentes, con microscopios. Somos valiosos para seres minúsculos, partículas, espacios pequeños que conforman la inmensidad. Y si entendemos eso, nos daremos cuenta que nuestra fugaz aparición en esta realidad hace que valga la pena vivir como a uno le plazca: sin remedios y con disfrute. Disfrutándola a como dé lugar. Descubriendo… descubriéndonos.

Y también, otra vez al mismo tiempo, entenderemos que nuestra muerte, parca en la trágica y cotidiana vida cósmica, será usada por nuestra madre y padre, tiempo y espacio, para la creación de más vidas en el universo. Y sentir que continuaremos siendo parte del ciclo interminable, o hasta que termine, de la vida terrestre y universal.

“Por un momento quedé pensando, y extendí”:

Acabo de darme cuenta, aunque ya me había dado cuenta, vaya, ya no sé ni lo que digo. El punto es que la filosofía nos apoye en entendernos, hasta ahí. Pero que quede claro, como se titula en el artículo que te dije que leyeras: la filosofía no sirve para nada.

– Claro, por eso cocino, porque eso sí sirve.

– Sí, y es mucho mejor que seguir platicando sobre filosofía.

– Eso que ni qué, ya me tenías algo aburrida, la verdad.

– Ya ves, te ayudó a despreocuparte. Es lo bueno de la filosofía: a todo nos ayuda de diferentes maneras.

– Eso sí te entendí, grosero.

– Mejor vámonos a casa.

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