Todas las primeras muertes

Todas las primeras muertes

Flor Martinez

18/03/2017

Primer acto

Hay llovizna y al atravesar el pequeño bosque ahora gris, la perra nos adelanta a mi madre, a Mucha y a mí. Dirige nuestra marcha fúnebre. ¿Sabrá a dónde vamos? ¿Cuántas veces en los últimos meses habrá recorrido ya este camino de pies que se arrastran hasta el cementerio? ¿Todas con flores frescas en las manos y frentes mirando al suelo? Esta vez, andamos las tres muy juntas, agarradas, con los chubasqueros bromeando.

Al adelantarme, el rabo enorme y viejo de Lupa me ha rozado la pierna. Y por un momento he pensado en los jabalíes. Xabarís, como dixeran os meus avós. Haberlos haylos, como as meigas, deixian. Pero eu nunca falei bien galego. ¿Será que eso va en la sangre y aunque yo me sienta de esta terra eu non son?

Aunque fueran os meus avós, eles non eran.

Tras dejar las flores, nos hemos quedado paradas frente al muro de nichos, sin saber qué hacer. Así que me he puesto a restar, como hacía de pequeña.

Dos de enero de dos mil quince,
menos veintiuno de marzo de mil novecientos veinticinco,
ochenta y nueve años.

Uno de noviembre de dos mil catorce,
menos ocho de octubre de mil novecientos veintisiete,
ochenta y siete años.

Ella una embolia y tres semanas de agonía en el hospital. Él un morirse de pena y de soledad. Y es que este agujero de donut que se te queda abierto en el pecho (como me decía una compañera de la Pampa), no sabe de matemáticas.

En el camino de vuelta he tarareado sin querer “Negra sombra” mientras daba pataditas a las piedras más grandes del sendero. Siempre soy yo la que llora. Menos hoy. Ya no. Hoy sigue la vida. Este ir y venir del cementerio parece un paso natural, una etapa más de una rueda que sigue girando sin parar. Antes estaban y ya no. Hoy todo continúa y bromeamos hasta la hora de la cena.

—¿Sabes que la abuela también vivió una temporada en Argentina?

—¿Sí?

—Tampoco es que ella se acordase mucho. Debía tener tres o cuatro años. O cinco. Y creo que sólo estuvieron unos meses, enseguida llegó la dictablanda y en cuanto recibieron noticias de la república hicieron las maletas y lo trajeron todo de vuelta. ¡Imagínate! Quizá estás viviendo en la misma calle en que vivió ella.

—Mucha, Argentina tiene el tamaño de cinco Españas. Mucha casualidad sería.

—Ay, ¡non sei! Por imaxinar non pasa nada.

—Pues claro que no, Mucha. Pero mi madre es que es tela con el realismo. Yo me lo voy a imaxinar també.

—Vale, pero també es catalá. Se dice tamén, que non aprendes nunca.

Nos reímos. Y esas sonrisas y esas manos de campo trabajado sobre mis manos de urbanita calientan más que la chimenea y el pote galego. Más que las mantas gordas de dibujo de leopardo con las que me arropé esa noche, antes de todas las pesadillas. Antes de volver a echarles de menos. Una y otra vez. Abuelos.

En la pantalla aparecen todos los vuelos de salida. Buenos Aires. Dos cuarenta y cinco. Puerta seis. Sin retrasos. Por favor, pasajeros con destino a Buenos Aires, embarquen por la puerta seis. Repetimos, por favor, pasajeros con destino a Buenos Aires, embarquen por la puerta seis. Última llamada para los pasajeros con destino Buenos Aires, por favor, embarquen por la puerta seis.

Echo una carrerilla y llego a los arcos. Me quito el cinturón y las botas y los pongo en la bandeja junto al móvil y unas monedas. Al mirarme a los ojos el policía con mi pasaporte en su mano, vuelvo a realidad. Mientras subo al avión pienso que cuando llegue a Buenos Aires vou seguir imaxinando. Imaxinando que falo galego. Imaxinando que todas las familias elegidas son como aquelas. Imaxinando que vivo en su calle, en su casa, que duermo en la que fue su cama. Que la vida sigue y cada día voy sonriendo al cementerio agarrada a los brazos de mi madre y Mucha mientras pienso en los jabalíes. Os xabarís, deixian. Me duermo en el avión y veo a la Lupa delante. Dirigiendo la marcha. El rabo de un lado al otro. Y reímos con los chubasqueros bajo la lluvia fina. Y vou dormida imaxinando que doy pataditas a las piedras que irrumpen en mi camino.

Es un vuelo normal.

Con turbulencias.

 

 

Segundo Acto

Aprieto el émbolo de la jeringa sin aguja y la comida hecha papilla entra por el tubito y se esconde en la bufanda verde de Angus. Como el Guadiana, aparece y desaparece hasta meterse por una perforación, para mí invisible, que el veterinario le ha hecho en el cuello.

Media jeringa de agua.
Tres jeringas de veinte con comida.
Dos milímetros de antibiótico. Otra media de agua.
Y una pequeñita entera de aire para limpiar bien el tubo.

Ni siquiera maúlla. Me mira, me da con el morro y ronronea cuando yo lloro. Con su morro ronronea y yo lloro. Con su morro ronronea y yo lloro.

“El linfoma es un tipo de cáncer que se desarrolla cuando se produce un fallo en la forma de actuar de los linfocitos”. Joder, linfocitos, ¿qué hacéis? ¿Es que no os enseñaron a portaros bien? Os llevaba eu mañá a la escola pa que aprendieseis a no meteros en los estómagos de los gatos negros. ¡Carallo! ¡Me cago en los cánceres piedra!

Limpio las jeringuillas bajo el grifo de la cocina, me seco las manos y vuelvo a la vera del gato. ¿Qué pasa, bonito? ¿No te vas a poner bueno? ¿Te vas a ir també con los abuelos?

 

 

Tercer Acto

En la pantalla pone mi nombre. Sala cuatro.

Flores frescas rodean el féretro. Hay más amigas que familiares. Ya todos también han muerto.

El reloj de la pared es de esos en que el segundero es continuo. No hace

tic tic tic

Sólo sigue girando suave sin detenerse.

La última persona en salir de la sala tropieza levemente con una piedrecita que había en la entrada. Sobresaltada, se alegra por no haberse caído. De fondo, se oye a alguien demasiado joven llorando como un jabalí la muerte de un ser querido.

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Crítica del jurado

I. Muy efectivo este relato. Por el tema, el segundo tema más literario después del amor, por la propia reflexión tan poética sobre la muerte, las muertes distintas y todas tremendas como losas. Muy bien.

II. El relato es una exploración sobre distintos aspectos del significado de la muerte: la de los familiares, la de los animales de compañía e incluso la propia muerte. El lenguaje utilizado es sencillo y poético, combinando a veces dos idiomas, castellano y gallego, que en el relato se complementan perfectamente. Y el resultado es un agujero en el pecho del lector…

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