Aún recuerdo como sí fue ayer , esas tardes en la que solía salir a jugar con mis amigos del barrio. En aquella calle gris que aún conserva esos rayones, con tiza de varios colores sobre el suelo . Donde jugábamos al avión, tres en rayas, la rayuela y otros juegos característicos de la época.
Las risas era algo que se podía escuchar en cada esquina de la cuadra, y el típico canto -el puente se ha quebrado con que lo componemos- , en lo personal era mi juego favorito. Teníamos que escoger una fruta, ir atrás del que correspondía según la fruta escogida. Una vez que ya no quedaban niños , había que halar fuertemente de los dos extremos , hasta que uno de los dos equipos cruzara la línea de referencia.
Una vez que terminábamos de jugar, todos sucios a veces con algunos raspones o moretones por las caídas. Regresabamos con una gran sonrisa de oreja a oreja a nuestros hogares , nada remplazaba las horas de diversión de aquellos momentos. Lo mejor de todo era regresar a casa, donde nos esperaba una rica cena, luego de tomar un baño y cambiarse de ropa.
Hoy luego de 15 años , volví a pasar por aquella calle que sigue intacta, todo sigue igual , y donde hice amistades para toda la vida. Pero me entristeció un poco ver que con el tiempo esa esencia se perdió. Ahora sólo se puede apreciar un silencio fúnebre, donde una vez se podía escuchar la risa , y algarabía de los niños al jugar.
Con la llegada de la tecnología, los niños le huyen al mundo real. Para ellos es anticuado, incluso he escuchado decir que aquellos momentos quedaron para la historia.
Algo que en mi tiempo era mi mayor debilidad , aguantaba hasta las retadas de mí madre por salirme sin permiso . Para mí no había nada mejor , que salir a la calle con mis amigos a jugar.
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