Dicen que se tarda 21 días en crear un hábito, y que es una habilidad que se desarrolla con el tiempo. Así que supongo, que con esta teoría, cualquier acto que se ejecute consecutiva y fehacientemente durante ese período, se instalará sin remedio en nuestra conducta diaria.

DÍA 1.

Cabalgo descabellada sobre Rogelio, estoy tan excitada que apenas controlo los gritos que escapan por la ventana. Su pene entra y sale con fuerza, desgarrando con placer mi estrecha vagina solícita.

DÍA 2.

Su lengua se desliza con maestría entre mis piernas y hurga con desesperación cada rincón de mi sexo. Leopoldo, poseído, me lleva al límite del orgasmo, dejando mi clítoris duro y erecto al punto del éxtasis.

DÍA 3.

Los gemelos, sincronizados, me penetran al compás, uno por delante y otro por detrás.

DÍA 4.

La silla cruje ante el desenfrenado ritmo de nuestros cuerpos. Felipe aprisiona mi culo con fuerza para empotrarme con rudeza, mientras mis pechos desquiciados azotan su rostro sin piedad.

DÍA 5.

En el taxi Roberto baja la bandera y me mira sudoroso por el retrovisor, sin bragas y haciendo gala de mi elasticidad abro las piernas para sumergirme al placer de una deliciosa masturbación.

DÍA 6.

Mauricio me azota en un juego peligroso que me excita demasiado, estar a sus pies y ser esclava de sus pasiones me transporta a las cumbres de la lujuria.

DÍA 7.

Entre las burbujas del yacuzzi libero erecto el pene de Damian, quien con expresión de sorpresa y una mirada lasciva se deja arrastrar hacia lo prohibido.

OBSERVACIONES: Una semana y he decidido comunicar mi experimento social a tres compañeras de universidad que no incluyo entre mis amigas.

REACCIÓN: Preguntas. Muchas preguntas. Miradas de sorpresa, curiosidad, asco y desaprobación. En ese orden.

CONSECUENCIA: Un par de horas después, cuchicheos de pasillo, algunas risas entre ellas y miradas descaradas de ellos.

DÍA 8.

Un cinturón de castidad con un orifio en el ano aprisiona mi cintura. Enmascarado, Julián da inicio a un atrevido juego.

DÍA 9.

Laura lame mis pezones con inocencia, en un dulce encuentro de colegialas. La suavidad de su piel y su aroma fresco se funden complacientes entre las sábanas de mi cama.

DÍA 10.

Sexo en soledad. Me calzo un diminuto babydoll rojo transparente y me recuesto semisentada con grandes cojines a mi espalda, abro excitada las piernas y me introduzco suavemente un gran vibrador.

DÍA 11.

La oscuridad, la música estridente y unas cuantas copas de más aturden mis sentidos; una mano fuerte me agarra por la cintura y me arrastra hacia los reservados. Tres desconocidos me brindan placer extremo.

DÍA 12.

Me presento voluntaria a un programa donde solicitan asistente sexual para discapacitados. La cita de hoy me conduce a Ricardito, ese gigante bonachón con un gran falo en erección.

DÍA 13.

Jose Luis me pide que lo insulte y le muerda los pezones mientras me penetra, aúlla como un lobo al ritmo de mis mordiscos.

DÍA 14.

Orlando sin vergüenza se zampa un viagra antes de empezar, bendita pastillita azul que me permite disfrutar de semejante hombre. Tres orgasmos consecutivos sin interrupción.

OBSERVACIONES: Los rumores crecen a mi paso, incluso, ya no fingen disimulo al señalarme con el dedo.

REACCIÓN: Nadie quiere compartir mesa a la hora del almuerzo, ni mesa de trabajo en el aula.

CONSECUENCIA: Marginación.

DÍA 15.

Me lo monto con mi profe de inglés. Madurito sexy que sabe utilizar muy bien su lengua (nunca mejor dicho jejeje).

DÍA 16.

Fiesta universitaria, desaparezco con Marlene (la estudiante francesa) para fundirnos en el baño de la discoteca. El mejor cunilingus de mi vida.

DÍA 17.

Raul me unta con crema mientras permanezco quieta y recostada en el centro de la mesa. Que deliciosa manera de ser devorada.

DÍA 18.

Me encantan las fiestas de disfraces. Un salón gigante lleno de divanes, grandes sofás y mullidas alfombras que incitan al disfrute. Me acomodo en un rincón con el perro, caperucita roja y Spiderman. Vaya orgía más variopinta.

DÍA 19.

Disimuladamente levanto mi falda en el portal de casa, Marc baja su cremallera dejando escapar al ansioso y gordo pene. Gozamos sin control hasta alcanzar un rápido e intenso orgasmo.

DÍA 20.

Recubro la cabeza de Martín con una bolsa e inmovilizo sus manos con unas esposas. Mi rehén la pasará de lujo.

DÍA 21.

Rogelio otra vez, es el indicado para cerrar el círculo. Lentamente y sin prisas disfrutamos de nuestros cuerpos al ritmo de Elton John.

OBSERVACIONES: En esta última semana me han llamado quince veces puta, tres directamente a la cara, cuatro a través de graffitis en los baños de la universidad y ocho en redes sociales.

REACCIÓN: actitudes y comentarios moralistas dignos de ejemplo.

CONSECUENCIA: Hostilidad directa e indirecta.

CONCLUSIÓN: Puta no se es por hábito. No han echo falta 21 días para crearlo, sino tres lenguas, un rumor y miedo…mucho miedo. El mismo que alimenta a la doble moral y sentencia con severidad a la puta, exponiéndola a falsas acusaciones y arrojándola al abismo de la marginalidad. Puedo sentir lo que siente una puta… Y créanme, la LIBERTAD no existe. Porque cuando tú decides fornicar, copular o gozar a tu libre albedrío sin condición, la Santa Puta llamada sociedad se instala entre tú (única pecadora y culpable) y ese pretendido órdago de buenas costumbres y moralidad.

¿En qué momento he dejado de ser Lucía? ¿En qué momento me he convertido en puta?

ERROR… Nunca he dejado de ser yo para la mirada tolerante, ni me he convertido en nada que no haya pretendido.

Por lo tanto si ser puta no sigue el patrón del hábito (aunque motivación y placer hay de sobra) pero toma el camino de las decisiones libres y consentidas, llego a la conclusión que la marginalidad que rodea su mundo no es consecuencia de la condición social a la que pertenecen, sino un acto mísero y conspiratorio para eliminar las libertades que te permiten descubrir que otro tipo de mundo es posible.

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