Su último año en aquel instituto concertado, había soportado tantas estupideces y controles absurdos, había permanecido allí por el alumnado. Bueno, en fin, ya estaba decidido. Para cerrar su trayectoria como profesora de Ética en este instituto se propuso hacer una actividad integradora para padres, colegas y estudiantes, algo que ayudara a pensar. Presentó la idea al grupo que la recibió con entusiasmo, la hicieron propia y resolvieron hacer una teatralización filosófico-ética a partir de un texto real [1] extraído del foro catholic.net, foro al que estaban obligados a participar por religión.
Seleccionan un debate en el que intervienen tres miembros: Carlos, Tito y Eduardo, y el grupo decidió integrar uno más: “Nos”, el portavoz del estudiantado. Durante tres semanas concentraron esfuerzos en ajustar los textos, ensayar diálogos y coros, definir escenografía, preparar la iluminación, el vestuario.
Como parte de la teatralización, resolvieron que cada miembro del foro sería representado por un coro de 5 voces.
Los estudiantes trabajaron intensamente, se reunieron a todas horas, ensayaron, debatieron, se divirtieron, rieron mucho, hasta que llegó el gran día. La profesora era un manojo de nervios. A la hora exacta estaban todos preparados, vestuario y maquillaje a punto, cada equipo instalado en una esquina del auditorio de forma que el público quedaba rodeado, metido en medio de la escena, cruzado por los diálogos y las vibraciones de los argumentos.
La concurrencia fue masiva. El evento lo inauguró el director del instituto con un forzado reconocimiento a la labor de la docente de Ética.
Mar fue la alumna elegida para introducir la obra, el público aplaudió con ganas para mostrar su apoyo al elenco. Breve silencio… comienza el espectáculo.
Se encienden los focos iluminando al grupo Carlos, encargado de romper el silencio.
Carlos – (A coro pero susurrando con timidez) Nos vamos a casar el próximo mes y queríamos saber ¿peca contra Dios quien estando casado elige voluntariamente no procrear?
Sin casi escuchar el final de la pregunta, desde la esquina opuesta grita y gesticula escandalizado:
Tito – Claro que peca gravemente y además inválida el matrimonio, como se establece en el Código de Derecho Canónico[2]:
“1096 –(…) el matrimonio es un consorcio permanente entre un varón y una mujer, ordenado a la procreación de la prole.”
Dicho esto, se hace un gran silencio, se ilumina un instante el rincón de Carlos, que los muestra encogidos de hombros, abatidos.
Las luces saltan para destacar la entrada en acción de:
Eduardo– (Con voz ronca, fría e imperativa) ¡Oh ignorante pareja! Ustedes no entienden que el verdadero amor es una entrega total, fecunda en sí misma. Es imagen de la Entrega y Fecundidad Creadora de Dios, porque ‘ Dios creó al hombre a su imagen’. Por eso, como bien señala el hermano Tito, una negativa formal, intencional y voluntaria de cerrar el matrimonio a la trasmisión de la vida sería causa de nulidad matrimonial y a vivir en pecado mortal permanente, presos del deseo carnal. Que Dios os bendiga.
Se apagan por un instante las luces, mientras se oyen murmullos y movimientos. Al encenderse se detienen en la esquina derecha:
Nos – (Con poderío, con una voz que ensambla la indignación de cinco), Eduardo, has demostrado que te crees portador de la verdad, y has sido capaz de despedirte ofreciendo bendiciones, cuando tus palabras son insidiosas y prejuzgan, atribuyen intenciones egoístas y miserables hacia personas que solo expresaban una duda ante el camino a seguir. Me pregunto, ¿qué dios es ese que por un lado regala el libre albedrío y la capacidad de discernimiento, y por otro obliga a seguir reglas impuestas y arbitrarias? Carlos abrió su corazón para compartir su proyecto, pedía información y le habéis juzgado y condenado, tirándole por la cabeza dogmas y leyes eclesiásticas. ¿Dónde está la vida real de las personas, detrás de esas verdades lapidarias que habéis presentado? Si dios quiso hacernos a su imagen y semejanza, muy bien, pero, ¿por qué las personas deben tener los hijos que él decida? Se puede amar a alguien hasta la muerte y querer compartir la vida con esa persona, entregarse por completo, y no tener el deseo de procrear. ¿Por qué el dios que Uds. llaman amoroso y misericordioso obliga a hacer a sus criaturas aquello que no quieren?
Aquí se hizo un gran silencio. Entre los espectadores, el director se puso de pie y como un resorte el secretario. Los dos se acercaron a la profesora y le susurraron algo al oído, ésta se levantó haciendo un gesto de disculpa al elenco y los tres salieron. Las luces se mantuvieron sobre el grupo encargado de cerrar el alegato:
Nos – Para ustedes la procreación es el fin fundamental del matrimonio. Por tanto, aquel que se casa decidido a no tener hijos comete pecado y su matrimonio es nulo y aunque se amen profundamente, vivirían en pecado de forma permanente, hasta que sean viejos para procrear, y se confiesen y pidan perdón. Nos, sostenemos que como seres dotados de inteligencia y libre albedrío tenemos derecho a elegir procrear o no. Creemos que no estamos obligados traer seres al mundo, que debe ser una elección responsable y libre de cada persona y/o pareja. Además, estamos convencidos que decisiones libres como ésta son las que necesitamos para construir una sociedad más feliz y sana.
Al finalizar el alegato, los aplausos se interrumpieron de forma violenta cuando el director, el Padre Aurelio, irrumpió en la sala y a gritos exigió silencio. Con voz destemplada pidió disculpas a los presentes, por la irreverente y ofensiva obra de teatro, que agradecía a dios que la profesora al fin se fuera de su instituto. De golpe se apagaron las luces, hubo movimientos y de la oscuridad surgió un coro que repetía a modo de letanía “Somos libres, libres”. Se encendieron las luces que iluminaron a la profesora rodeada de estudiantes que gritaban “somos libres”. El público aplaudió y aplaudió hasta conseguir que el director huyera despavorido.
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