Tengo un problema con los buenos días. Los necesito. Necesito un buenos días por encima de un mísero hola cada mañana. Pienso que bastante jodido puede que sea el día como para empezar mal el único momento en el que aún no pasó nada.
Por eso ODIO cuando no me dan los buenos días.
Lo ODIO mucho.
Odio a esa gente que entra en el ascensor justo cuando ya se iba a cerrar, se pone delante de ti y te da la espalda. ¿Y mis buenos días? ¿Hola?
Odio a la gente a la que miras a los ojos, le das los buenos días y pasa completamente de ti. Era para ti mis buenos días, ¿sabes? No había nadie más a mi alrededor. Y no, aún no me ha dado por hablar sola.
Odio estar sentada cada día en la entrada de mi trabajo, dar los buenos días e ir anotando mentalmente quién me responde y quién no.
Pero lo que más odio de todo son los días en los que no doy los buenos días, intentando que alguien lo haga primero. Y darme cuenta de que al final me he convertido en una de esas personas a las que tanto odio.
Así que no lo hago por ti, lo hago por mí.
Buenos días.
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