Un soñador dijo: “Cuando no estás, estoy esperando que vuelvas”. Y no estaba nada desacertado. Tiene razón. Mi mundo queda vacío. La cama es más grande que una hectárea. El calor de tu cuerpo desnudo alimentaba mis ansias de poder ser tu dueña. Me quedé sin las caricias de tus manos, tu perfume, el aliento sobre mi almohada, tus ardientes besos.

Hoy, bajo un sentimiento trágico y de desdicha, trato de dominar cualquier arte de padecer.

–¿Será por esa causa que Dios me suprime todas las agresiones que he de admitir?-

Esa agonía que se lleva el tiempo por amar. Entre la calma y la tempestad. Que solo mira a escondidas lo que anhelas. Quiero romper la cobardía, pero me queda un grito atrancado en la garganta.

En un mundo complejo a pesar de todos los males, espero encontrar una caja de sorpresas. Mejor que con palabras, la sinceridad se demuestra con acciones.

Cada día que amanece es una prueba de fuego. Comienzo a comprobar que luego del trágico momento vivido retomo la vida normal. Lo que me parecía eterno solo debería ser un vuelo pasajero, como las golondrinas que buscan el mejor lugar para pasar la temporada.

Sin poder entender sigo ciega, sin poder ver. Instantes y eternidades buscan miradas mortales, cuando el ser y el estar dicen adiós en vano. Una mentira se vuelve cruda realidad.

No es nada fácil estar los dos unidos. Los recuerdos permanecen intactos, tantos los buenos como los malos, todos juntos dando pasos a intrincadas emocionales agridulces.

La tentación de algo que quería con fuerzas, pero también temía. ¿ Eran dos piezas equivocadas que no encajaban? Pero a veces, solo a veces creía haber llegado a él y estar a punto de alcanzarlo… Y después recordaba que era dañino y su instinto de supervivencia salía a relucir.

En el inconcluso destino del tiempo, los instantes eternos se transforman, haciendo más corta esta historia, donde la vida por fin entiende, que su final comienza más allá de la muerte.

Si no me encuentras porque ya partí, búscame, llámame y volveré entre las sombras como un ángel, para auxiliarte cuando sea necesariamente tu último recurso. Aunque para eso deba escapar de las mismas garras del infierno.

Quizás allí podre lograr tener mi alma serena, sin temores ni pesares. Seguro que mi propósito es demasiado grande, pero si te animas a venir caminaremos sin rumbo, hasta que mis lágrimas se conviertan en una sonrisa y tu alma en un remanso de paz.

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