Los guantes negros

Los guantes negros

Rober Ta

17/01/2019

Más observaba el fenómeno Thackeray, más me agobiaba. Mejor dicho, ni aguantaba. Busqué la primera salida que me llevó directamente al patio interior con un jardín lleno de su supuesta belleza en la luz de farolas de su ultima tendencia pomposa. Y me preguntaba, demonios, dónde está la luna y las estrellas? ¿Dónde está el fresco aroma de jazmines, preguntaba, mientras intentaba buscar un respiro hondo, contemplando a una planta de lejanas tierras que ni el nombre sería capaz de saber el mismísimo culpable de esta patética reunión. ¿Qué ha pasado a toda esa gente? ¿Acaso llevando un traje impecable y unos zapatos brillantes, escondiéndose detrás de todas esas joyas se sienten completamente satisfechos con ese espejismo de dualidad y de hipocresías? Me apoyo en la barandilla en un instante y veo irrealismo creado por la mismísima mente humana – escapatoria de uno mismo – dirías – porque es así cómo funciona mejor todas esas cosas, buscarías una explicación para no sentirte un nadie… ¿De verdad aun existo, mi querido Descartes, o es que vivo entre dos mundos paralelos y distintos de tal modo que su diferencia perversa me saca simplemente de quicio? ¿Cómo lo llamarían hoy en día los especialistas de psicología – acaso soy todo un ser psicópata por no reconocer a la falsedad? ¿Acaso bipolarismo tan de moda es más sano que querer estar en un simple bosque en un simple monte con una simple persona que aun puede ver un Orión más que un Rolex? A veces me planteo la idea y si no existiese el egoísmo humano… ¿Qué pasaría entonces? ¿Lo has planteado alguna vez?

– ¿Desea usted una copa de champán, señorita?

Los guantes negros del camarero me mataron.

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