Inicio de la solución

El profesor de Filosofía anunció que dijo Wittgenstein: los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo. En cuanto escuché aquella frase desconecté de la clase y ahí sigo, totalmente ido.

Por aquel entonces empecé a pensar que el filósofo de lengua alemana tenía toda la razón, por lo que de vuelta a casa fui repasando todo el lenguaje que tenía dentro, hasta que llegué a casa e hice una lista con todas las palabras que conocía. Cuando acabé con todas caí en la cuenta de un ejemplo. Caer en la cuenta indica caída, lo que nos lleva a pensar que entender algo es semejante a caer en un conteo, en la acción y efecto de contar. Poco a poco todo el lenguaje me hizo entrar en una lucidez tal que no fui capaz de dormir durante días. Por poner otro ejemplo: la lucidez era luz, no oscuridad: por esa razón al cerrar los ojos sólo veía luces blancas y claras: el insomnio permaneció hasta que encontré una solución.

Posible solución

Empecé a poder dormir de nuevo cuando descubrí, si bien por casualidad, que necesitaba otro lenguaje para salir del mío, es decir, escapar de este de aquí, del conocido como español o castellano. La casualidad fue escuchar a mis vecinos hablar en otro idioma, uno que desconocía por completo. Salí de mi cama, donde sólo estaba tumbado, a buscarles. Llamé a su puerta y les pedí que me hablaran en su idioma, que hablaran entre ellos ante mí, que yo iba a sentarme en el sofá a contemplarles. Caí enseguida y fueron maravillosos los sueños que tuve. Uno de ellos, el último, fue una pista para mi supervivencia: abrir un pequeño agujero entre mi habitación y su casa para poder dormir por la noche escuchando su idioma. Sé que mis padres les habían hablado de mi problema y debido a ello no me despertaron alarmados. Salí agradecido, aunque con otra preocupación: si aprendiese otro idioma mi mundo se ensancharía, sería otro mundo, un mundo doble.

Quizás no debí volver a clase, porque el profesor, a pesar de haber empezado ya a hablar de F. Nietzsche, sin venir a cuento y con una voz que a mí sonó muy elegante, volvió a comentar algo que había quedado zanjado para siempre. Que los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo ha de interpretarse como que el mundo, como objeto de representación, es una parte de la realidad, y que el límite de la representación (o del lenguaje) señala, o refleja como su correlato, el límite de lo representado, o sea, la realidad y el espacio lógico (en tanto puede admitirse que sea representado de algún modo).

Pero no paró ahí el profesor Rodrigo, sino que continuó.

Yo ya me había ido.

Posible solución final

Inicié mi estudio de la lengua rumana enseguida. Aquello me dio una paz enorme.

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