«Me veo la nariz, sin embargo, ¿cómo puedo estar segura que aquella cosa me pertenece a mí? No puedo verme a mí misma, y dependo de un objeto para poder hacerlo. Y cuando lo hago, cuando miro mis ojos a través de ese objeto, ¿cómo puedo estar segura de que se trata de mí? ¿cómo puedo estar segura que esa es la misma imagen que los demás ven cuando su mirada cae en mí?
Extiendo la mano, con la intención de traspasar los límites de la realidad, y así poder tocar mi alma, pero mis dedos chocan contra una superficie dura y fría, y es cuando me siento ajena a mí misma. ¿De verdad esa soy yo? ¿ese pelo y esos ojos me pertenecen a mí?
Llevo las manos hacia mi rostro y toco esa piel que se supone que es mía. La palpo intentando sentir algo, pero nada, solo siento mis manos comportándose de una manera irracional. Miro mi imagen, y adivino que aquella persona no debería de sentir nada, y siento lastima por ella, porque tampoco puede alzar la voz ni mejorar su imagen. Está obligada a imitar los movimientos de la persona que tiene al frente. Supongo que es a mí a quien está imitando ahora, y me entran ganas de abrazarla, porque veo el vacío en sus ojos, la soledad en su sonrisa y la tristeza en sus perezosos movimientos.
Doy una media vuelta en el mismo eje, y cuando me detengo frente al objeto, soy incapaz de decir si aquella imagen que se hacer llamar ‘yo’ me ha imitado, si es que se ha movido de su lugar mientras yo le daba la espalda al girar.
Pero, estos pensamientos son míos, ¿no? Estoy hablando ahora mismo, o más bien, tirando palabras silenciosas en la cavidad de mi mente, pero después de todo, son mis palabras, ¿verdad?
Miro a la persona frente a mí y me pregunto si estará también maquinando palabras y creando oraciones dentro de su cabeza, si está haciendo eso a lo que llamamos pensar. Es como conversar con uno mismo, porque nadie nos escucha, y asentimos con la cabeza de acuerdo con lo que nos planteamos.
Ladeo la cabeza y la imagen me lanza una mirada inquisitiva. Lo que estoy viendo es un ser humano, ¿no? Porque eso es un ser humano; extremidades, boca, ojos, todas esas cosas físicas que se ven a simple vista. ¿Pero los sentimientos? ¿las emociones y pensamientos? No lo podemos ver, aún así la gente decide creer en ellos, y creer que los otros seres humanos que conviven con ellos también las tienen, pero luego no pueden creer en la magia o en Dios, dicen que tienen que ver para poder creer. Entonces, ¿cómo pueden estar tan seguros que son emociones lo que sentimos? Porque podría ser perfectamente otra cosa, ¿o no? ¿Me estaré perdiendo mucho en esta mente profunda pero que sin embargo, no existe? Solo existe el cráneo, y un cerebro dentro, ¿pero la mente? ¿donde metemos la mente? ¿donde metemos estas palabras que se transforman en oraciones y expresan nuestras ideas?
La mujer frente a mí cierra los ojos, o eso creo, porque por un momento, veo todo negro. Miro fijamente mi imagen inexpresiva. Entonces con un dedo llevo las comisuras de mi labio hacia arriba, para formar una sonrisa, manipulo también mis ojos y mi entrecejo y mi rostro se transforma en otro. Entonces caigo en la cuenta de lo manipulable que soy, una tarea sencilla sin un fin determinado.
Así que esta soy yo, un ser que cree en lo que le conviene creer. Un ser que mete ideas en un lugar que no existe en el cuerpo humano. Un ser que a la vez no lo es, no hasta que lo comprueba en un objeto inanimado. Soy un ser manipulable, ¿y qué puedo hacer yo al respecto? Si somos todos iguales, todos tenemos piel y extremidades, a lo que lleva que todos son manipulables.
Decido descansar mi cabeza, desisto de mirar esa imagen que siento tan ajena a mí, y decido por seguir viviendo, mirando a otras personas, cuando ni siquiera soy capaz de mirarme a mí misma.»
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