El Arte De Vivir En Soledad

El Arte De Vivir En Soledad

Akira Zeta

12/01/2019

“El hombre más fuerte del mundo es el que está más solo”
– Henrik Ibsen

Hoy voy a visitar a mi novia. ¡Hace semanas que no la veo! Todos los días pienso en ella, pero aquella mañana la pensaba de una manera diferente. Recordé con cariño lo mucho que Catalina amaba la fotografía. Destacaba del resto de fotógrafos independientes de la ciudad, tanto que fue toda una celebridad del mundo digital. Todas las noches me decía:

– ¡David, quiero que mi existencia trascienda por la eternidad!

Su fotógrafo favorito era Paul Almásy, y le fascinaba en especial aquella fotografía del niño con aires de galán mirando pícaro a la desentendida dama. Dictaminaba que transmitía el amor de vivir a través de la cotidianidad.

Hace cinco años nos mudamos a New York, con algo de suerte y penurias logramos establecernos modestamente. Y hace dos años desde aquel incidente, logré entrar en la policía como fotógrafo, concretamente en el registro de cadáveres. Antes de visitar a mi novia tengo que documentar el caso de un hombre de la tercera edad que lleva más de dos meses muerto en su casa. Ella amaba retratar la vida, y yo paradójicamente enmarco la muerte.

– ¡Esto es una mierda! – dijo irritado Akiyama.

– ¿Cuánto crees que lleva aquí?

– ¡No lo sé pero acabemos con esto de una vez!

– Tiene razón, ¡el olor es nauseabundo!

– ¿Cómo es que nadie se dio cuenta de su ausencia? – preguntó mi colega mientras hurgaba las pertinencias del difunto.

Akiyama es un inmigrante japonés divorciado y con tres hijos. Tiene la función de establecer la causa de la muerte y buscar los familiares del fallecido. Pero no encontró testamento, carta o correo que lo ayudara en tal propósito. Solo que el difunto se llamaba Paul Hank. Por el tiempo que llevaba allí y el nido de ratas que hallamos es su cocina, se vislumbraba que la misma humanidad había olvidado de la silenciosa existencia de Paul.

– Por estas cosas es que hago amigos todos los días. ¡No quiero que el día de mi muerte nadie me venga a buscar! – decía Akiyama notoriamente abatido.

No soy religioso pero pienso que Paul, quien tristemente abandonó este mundo sin hacer el menor ruido, se encuentra en un mejor lugar. No creo que sea lamentable el que nadie le haya echado de menos, pues a fin de cuentas él ya no estaba para saberlo. Es igual con las personas que regalan flores a los muertos. ¡Las cosas se deben dar es en vida!

Mi trabajo me ha enseñado lo frágil y efímera que es la vida, y lo poco que la apreciamos a través de nuestro actos. Nuestra existencia a veces se reduce en coleccionar años sin proponérnoslo. Mientras interrumpo con mi cámara la intimidad de Paul, reflexiono sobre lo ocurrido hace dos años, y no puede evitar afligirme al recordar la frase soñadora de mi novia:

– ¡Quiero que mi existencia transcienda por la eternidad, tal como lo hizo Dostoievski o lo hará Mellow!

Mellow Fellow es un músico de Dream Pop. Catalina le fascinaba el vídeo de la canción Dancing, pues exhibían fragmentos de la película “Bande à Part”, y le enloquecía la escena de los tres actores bailando. Incluso para uno de sus vídeos de Internet nos vestimos igual que ellos e imitamos penosamente la coreografía.

– ¡David! ¡Encontré algo! – me gritó mi colega desde la cocina.

Dentro de una gaveta se descubrió lo que parecía ser una especie de carta sin firmar. Databa de 1992 y estaba dirigida a un tal Jacob, primo segundo de Paul, según el contenido de la misma.

– ¡Qué alivio! – dije.

– Es una verdadera pena.

– ¿Por qué?

– Llevo años en esto, y créeme que es esa clase de gente que cuando se enteran de la muerte de un familiar lejano que nunca conocieron, lo único que dicen es: ¡Dame! ¡¿Que tenía?! ¡¿Solo eso?!

Me deprimió pensar en tal premisa.

– ¡Es lo único que les interesa saber, cuando tristemente nunca le hicieron una visita en vida! – concluyó Akiyama suspirando pesadamente.

Regresé a mi apartamento pensado en lo dicho por mi colega. Mientras me ducho advierto que su pensamiento no es nada diferente al de Catalina. Querer ser recordado de por vida o no ser olvidado el día de tu muerte. ¡Vaya dilema!

Octavio Paz elocuentemente dictaminó que la soledad es el hecho más profundo de la condición humana. El hombre es el único ser que sabe que está solo ¿Entonces por qué la soledad se ha convertido en una enfermada vergonzosa? Tal vez porque deja demasiado tiempo para pensar, y entre más tiempo piensas, más inteligente se es, o sea, más triste. Paradójicamente hay personas que cuanto más alejadas están de sus semejantes, más felices son. Tal vez Paul Hank no murió desgraciado, sino agradecido de su propio aislamiento.

A las cinco de la tarde me hallaba en aquel sitio, luciendo corbata y bañado de perfume Chanel, el favorito de Catalina. Ella ya me esperaba, tal como lo había hecho desde hacía dos años, tiempo transcurrido cuando decidió quitarse la vida. Quería ser recordada por todos pero aborrecía su propia compañía. Su página web y redes sociales fueron cerradas a petición de sus padres, y por ende su sueño de transcender por la eternidad también.

Sentado en su tumba le dejo algunas cartas, pero no flores. En una de ellas le declaro lo mucho que me hace falta, que de su pronta marcha entendí que hasta el más valiente se teme a sí mismo. Tal vez sus actos se marchiten en el olvido, pero su memoria perdurara eternamente a través de este escrito.

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