Llevaba toda la vida esquivando a la filosofía, como fuerza arrolladora y destructiva capaz de fagocitar de su interior el confort del anonimato y de la alienación – de ese confortable y sereno impasse-. Pero hace unos meses le dijeron que le quedaba seis meses de vida, y el temor por su finitud le hizo reflexionar sobre si misma de forma vehemente hasta casi la obsesión. Entonces gracias a la filosofía decidio correr el riesgo de vivir intensamente su sexualidad. Poco después resolvio que la muerte, su muerte, era lo mejor que le había pasado en la vida.
II Concurso de relato filosófico
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