Espionaje en Los Reptiles

Espionaje en Los Reptiles

patricio resi

21/02/2017

Tomaban café el viejo Anselmo (73), el gordo Washington (45) y Cogotito (18).

¿La cita? En un cafetín de Parque Patricios, en la esquina de Centenera y Alfredo Tiscosrnia.

Dos cortados y una lágrima, siete masitas secas de cartón, algunos profiteroles y el infaltable sifón de soda por si alguien se atraganta con alguna masa. El diario de hoy, los antejos de Anselmo, y dos paquetes de Kent, uno encima del otro. Coronando el centro de la mesa, el cenicero triangular metálico que engalana con dos tabacos encendidos y siete u ocho desprolijamente aplastados sobre un colchón de cenizas.

El gallego don Celestino, único dueño del cafetín Los Reptiles, desconfiaba del purrete de la mesa. Alguien le había contado que era un hábil usurpador de billeteras, que le decían Cogote porque comenzó su faena delictiva haciendo de campana en salideras bancarias.

¿Del gordo Washington que decir? Daba miedo esa cara. Pozos en el rostro, cicatriz en el mentón y unos ciento diez kilos en el lomo.

De Anselmo llamaban la atención las discusiones con aquella mujer que lo visitaba. Se veían en la esquina generalmente. Cuando aparecía, el viejo prendía un faso y salía raudamente a su encuentro.

El dueño del cafetín se preguntaba ¿Qué tramaban esos tres personajes tan diferentes? ¿Porqué murmuraban por lo bajo?

Le pidió al más avispado de sus mozos, Aurelio, que disimuladamente intente escuchar lo que conversaban. Fue así que una tarde, entre copetines y berretines, oyó algo sobre “un golpe”. “Claro, están planeando un asalto”, sentenció don Celestino.

Procurando más información contactó a René Housseman. El chueco pasó largas veladas de vermut y timba en las mesas de Los Reptiles. Había confianza para consultarlo.

Al día siguiente llegó René con un amigo. Pasaron a su oficina, tras el biombo. Pidieron Speridina y cuatriolet con queso, salamín, maní y papas. Don Celestino les dijo “Acá hay tres que están planeando un asalto y no quiero quedar pegao”. René y su enigmático amigo masticaban queso y miraban desorientados los dichos del gallego. “¿Coño, el viejo es del barrio, no lo conocéis?”, explotó Celestino. Se hizo un silencio tenso hasta que el amigo de René tomó la palabra, “Mire don, vamos a averiguar”. Pasaron dos semanas y día por medio René y su amigo se la pasaban chupando gratis y no suministraban información. Don Celestino amenazó con cortar el chupi si no traían un dato relevante.

A los tres días apareció el amigo de René solo, sin René. Lo encaró a don Celestino pidiendo plata por información pesada. El gallego estaba tan cebado que no tardó en largar cien dólares. El muchacho se puso serio y soltó “Están planeando el secuestro de tres ex jugadores de Huracán. La AFA, los dirigentes del club y los jugadores están al tanto. Con el rescate van a lavar varios millones de dólares del fútbol ruso. El plan incluye el fichaje de jugadores para el globo. Con esto y algunos arbitrajes arreglados le aseguran un gran porvenir a Huracán. El secuestro será el Jueves 22 al mediodía en la Peña El Virolo de Barracas. Ese día Roganti, Larrosa y Avallay van a recibir una plaqueta. Terminado el encuentro dan el golpe”.

Don Celestino podía callarse o hacer lo que su padre en Galicia le había dejado como legado, ser un hombre bueno y hacer justicia. Era hora de darle un golpe letal a la mafia del fútbol.

Logró una entrevista con un diputado que venía investigando estas redes de corrupción.

Formalizó denuncias que apuntaban a la plana mayor de la AFA, a clubes rusos, a la dirigencia del globo, a los tres ex jugadores que iban a secuestrar y a los tres secuestradores.

El diputado sintió que el relato de don Celestino encajaba perfectamente con sus investigaciones. Fue así que programó un operativo policial para el jueves 22, minutos antes del mediodía en la Peña El Virolo de Barracas. Hasta se convocó un móvil de Crónica para escrachar en vivo a todos por televisión.

Llegó el día 22. Ansioso don Celestino abrió el cafetín a las 7:30, poco antes de lo normal. Ahí nomás entró Roque Avallay. Si, uno de los que debían secuestrar horas más tarde. Después de pedir un café con leche con tres medialunas encaró a Aurelio “¿UD conoce a Anselmo?”. Don Celestino que observaba atento se arrimó, se presentó y le dijo que conocía al viejo.

Entonces Roque se despachó, “Mire don Celestino, quiero pedirle un favor. Anselmo es mi suegro y padece sordera, problemas coronarios, enfisema pulmonar, tiene el hígado a la miseria, etc. Siempre anda con dos buenos muchachos que lo asisten pero lo dejan fumar y chupar. Mi mujer está cansada, cada tanto lo viene a buscar y siempre lo encuentra meta chupi y tabaco. Por favor, ¿me lo manda para casa cuando lo vea? Se lo vamos a agradecer.”

Faltaban pocas horas para el operativo y a don Celestino le cayó la ficha. Nada era como él pensaba. Anselmo era solo un viejo acabado. Si le hablaban al oído era porque es más sordo que una tapia. Entendió que Washington y Cogote andan con el viejo solo para changuear y se avivó también que Houssemann, y sobre todo su amigo, lo engañaron con el solo fin de sacarle morfi, chupi y plata.

El rostro de Celestino tomó el color de la camiseta de Huracán.

“Coño. Metí la pata. ¿Y las denuncias, y el operativo policial, y el móvil de Crónica?”. Ya era tarde, la bola no se podía parar.

Antes del mediodía don Celestino cerró el cafetín. No llegó ni a venderlo, simplemente bajo la persiana y se esfumó con lo puesto.

Se lo oyó decir en Ezeiza “Que la Virgen de Guadalupe los bendiga”. Acto seguido abordó un vuelo de Iberia con destino a Madrid.

Hoy vive con su tío Edelterio en Galicia y se comunica por skype con Aurelio, el mozo.

Desde su Galicia natal, añora los tiempos de Los Reptiles.

¿Podrá volver?

FIN?

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