Mi familia es……….

Mi familia es……….

Mi familia es mi patria, con sus cosas.

Mis padres eran buenas personas. Mi hermano, encantador. El resto una pesadilla, como mi pueblo. Afortunadamente mis padres emigraron a Valencia, y sólo volvíamos al pueblo de visita.

Mi padre, por educación y por los tiempos franquistas que vivió era bastante autoritario, pero inteligente, lo que le salvaba. Mi abuelo, al que no conocí, ése sí que era un déspota, del círculo de los caciques naranjeros del pueblo, afecto a la dictadura, que le hizo 11 hijos a su esposa más unos cuantos abortos en nombre de Dios, hasta que la pobre mujer sucumbió joven. La abuela, una de las tres hermanas de una familia que emigró a la Argentina y, al quedarse huérfanas volvieron al pueblo y fueron adoptadas. Mi pobre abuela murió del parto de su última hija, a la que mi abuelo envió a crecer con una familia amiga de un pueblo vecino, que no tenía descendencia, con la condición de que conservara sus apellidos y se convirtiera en la heredera de los bienes de los adoptantes. Mi abuelo se volvió a casar con una viuda con una única hija.

El abuelo fue peluquero, y también dos de sus hijos varones, que heredaron el en otro tiempo floreciente negocio, ahora en decadencia. A otros dos los envió al convento para que se hicieran un porvenir como frailes. Uno se fue de misionero a Colombia, y el otro lo enviaron al País Vasco. Los tiempos eran favorables para la religión, y ambos hicieron fortuna, y se convirtieron en los caciques de la familia, que manejaban a su antojo.

Recuerdo que el del País Vasco volvió con un niño de unos 12 años y nos dijo que lo acogió por caridad para ayudar a su madre. Éste se llevaba los favores del tío y los recelos de los otros miembros de la familia, especialmente la hermana mayor, que era la más favorecida y que ahora veía en el chico una competencia, sobre todo porque nadie sabía si era un acogido o un hijo clandestino.

El otro religioso volvió a España para culminar un doctorado en Teología, y se empeñó en que su familia fuera la más ortodoxa del pueblo, para lo que husmeaba entre las costumbres de todos sus integrantes para que se comportaran de la manera más religiosa posible. Evidentemente, no le gustó que su hermano religioso diera pábulo a habladurías con su protegido.

Finalmente, el teólogo ya murió, y el protector está recluido en el convento donde, viejo y todo, sigue dando por culo todo lo que puede a sus compañeros.

La familia materna era más sencilla y más alegre. La abuela nunca le pidió a mi madre su jornal pues tenía que hacerse su ajuar. Mi madre se casó con mi padre, el peluquero, para poder quedarse en el pueblo, renunciando así a su verdadero amor, un militar que iba a llevarla lejos de sus padres. Pero nunca lo olvidó, y ya de mayor y casados con hijos, él volvió a llamarla y ella no quiso volver a verlo, prefirió conservarlo en el recuerdo, la muy tonta.

Mi padre consiguió que mi madre se hiciera también peluquera. Llegó a ganar más dinero que su marido, lo que le provocaba celos, pero ella hacia caso omiso y criaba a sus dos hijos. Al niño le dieron estudios y a la niña, que no por entonces no le gustaba estudiar, le enseñaron el oficio y se acostumbró a manejar dinero, de manera que ayudaba a su hermano a comprar libros o ir al cine, y a cambio él le hacía de carabina para que ella, burlando la vigilancia de su padre, pudiera ir con sus amigos a la discoteca.

Mi padre se fue haciendo más flexible con el tiempo, y finalmente quedó parapléjico de un ataque. Mi madre lo atendió hasta el final de sus días, y se defendió de sus hermanos religiosos, que pretendían recuperar todo lo que decían que le habían dado a mi padre seguramente para dárselo a los otros hermanos, o al protegido.

Y es que, como dicen, la familia es nuestra patria, con sus cosas.

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