La niebla me ha atrapado.
Llevaba años acechándome y yo, creyendo que la evitaba, no hacía más que hundirme en ella. Ya no tengo forma ni color. Mi piel es tan insustancial como mudas mis palabras. He fingido ser de tantas maneras que mi identidad se ha deshecho. Soy invisible, como siempre temí que era.
No me distingo entre esta niebla que lo cubre todo y me asfixia. Yo la he creado, ahora lo comprendo. Se alimentó de cada esfuerzo por ser merecedora de estima. Y yo no paraba de intentarlo. La indiferencia ante mis tentativas me impelía a continuar la labor de mutación. Entretanto, mi verdadera esencia se desdibujaba y confundía con el aire.
Quizá sea mejor que me quede aquí, donde nadie puede verme ni oírme. Ya no quiero probar más papeles. Estoy cansada de cambiarme el disfraz, de reajustarme la personalidad, de adornarme en busca de aprobación.
La pantomima se acabó.
Ahora que me cubre la niebla, no importa qué forma tenga. No hay nadie para aplaudirla o abuchearla. Amparada por esta ceguera blanca, puedo ponerme un último traje: el mío. Pero, ¿cómo era yo antes de esta farsa? ¿Qué deseaba antes de imponerme gustos ajenos? ¿Queda algo en mí de verdadero?
Debo confiar en que sí, o desapareceré por completo. Tendré que retroceder a esa época lejana en la que yo era yo y nada más importaba. Cuando mi sonrisa era sincera y mis acciones, espontáneas. Los escasos recuerdos están borrosos, difuminados como yo en esta niebla. Pero si hago un esfuerzo…
Empiezo a distinguir algo. Me resulta familiar y, a la vez, ajeno. Reconozco estas manos y su anhelo de crear. Siento el parpadeo de unos ojos que quieren descubrir paisajes nuevos. Mis brazos tienen ganas de sujetar con fuerza a quien los precise. Mi voz necesita gritar los enfados. Mi nariz añora el olor del mar. Siento en la boca la felicidad de una golosina o un trozo de chocolate. Estos son mis pies, que desean bailar. Incluso escucho esas notas de piano, que me estremecen por dentro.
Soy yo. Mi yo sincero, anterior al miedo. El que no puede soportar esta blancura, esta irrealidad. Necesita los colores y sabores que hay más allá de esta niebla. No busca aplausos ni le afectan los abucheos.
Soy yo. Y estoy saliendo de la niebla.
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