Mesa para uno dijo Yadier. Claro, él ya había probado lo que era tomar un café acompañado pero…se dio cuenta que sólo era mejor, que era una necesidad estar así. “El Yadi” se sentó en una mesa mirando hacia la calle, cuando gira su cuello la vió. Él la miró, ella lo miró y un flechazo los partió al medio uniéndolos. Se enamoraron en ese mismo instante, fue amor a primera vista.

Esa noche se fueron juntos para siempre. Ella lo acobijo, lo abrazó y jamás lo soltó. Ella estuvo en todas sus tardes de tristeza y sus noches de melancolía, siempre abrazándolo. Donde él iba ella estaba al lado. Nunca lo abandonó, nunca le soltó la mano, ella fue su razón de ser.

Fría, calculadora, celosa de la compañía, reflexiva, sumisa, complaciente, paciente. Poca querida por todos y tan amada por Yadier. Ella, la más fiel de todas, siempre estuvo a su lado. Siempre.

Yadier y la Doña Soledad se casaron y fueron felices para toda la vida.

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