¡LO HE DECIDIDO…ME VOY!

¡LO HE DECIDIDO…ME VOY!


La veo y me siento tan orgullosa de ella, no tiene nada que ver con aquella niña arriesgada, juguetona y despreocupada, a la que yo, como madre sola y con dos hijos: Karen e Israel, eduqué y cuide con responsabilidad, sacrificios y mucho amor.

Uno de mis principales anhelos era hacerles la vida fácil y que tuvieran los menos obstáculos posibles, pero los hijos crecen, toman sus propias decisiones y hacen su vida.

Era mi niña, mi princesa, la que a sus 21 años, me confesaba que sería mamá, ¡que tenía cinco meses de embarazo! Siempre apoyé sus gustos y motivaciones, como el fútbol, deporte en el que era tan buena, que los equipos la buscaban por ser “goleadora”, siempre fue un poco atrabancada e intrépida.

Yo me casé a los 20 años, por decisión propia y convencida, sin embargo, aprendí que no es fácil ni conveniente, adquirir responsabilidades a tan corta edad.

Me divorcie después de 13 años de casada, cuando Karen tenía 9 años e Israel 3, trabajé y me esforcé porque mis hijos tuvieran una vida linda y sufrieran lo menos posible. Como la mayoría de los padres, supongo.

Consideraba que tenía una excelente relación con mi hija, Karen, por eso es que, cuando ella se embarazo, y decidió irse a vivir con su pareja, el mundo se me vino encima, me sentí decepcionada y triste. Me dolía que no me hubiera tenido confianza y que tuvieran que pasar tantos meses para que yo me diera cuenta y ella se viera obligada a confirmar mis sospechas. Sin embargo, y a pesar del dolor, me sorprendió el hecho de que no derramé una lágrima.

Sentimientos encontrados me invadieron, parecía que fue ayer cuando festejamos sus quince años, lo feliz y agradecida que Karen estuvo, definitivamente no tiene precio.

En fin, la vida pasa muy rápido y aprendí que debes disfrutar y valorar cada momento, eso fue lo que hice cuando supe que venía un bebé en camino: Iker, mi nieto.

Siempre tuve inclinación a escribir, y un año antes de que pasará todo esto, me inscribí en un curso llamado “Narración a través de los sentidos”, el cual disfruté mucho, sin saber que un año después entendería que de algún modo, fue mi catarsis.

Ahora explico porque: el último día del curso y como trabajo final, la escritora que lo impartió, nos dio una hoja con el título: “Lo he decidido…me voy”, y cada quien tenía que escribir sobre esa frase lo que sintiera o se le ocurriera.

Curiosamente, en cuanto empecé a escribir, me salió del alma la despedida de Karen, mi hija, era como si ella me hablara y yo solo escribía lo que ella me decía. Hablaba de que me quería mucho pero que era momento de partir y hacer su vida, que agradecía mis cuidados, esfuerzos, sacrificios y amor, que había decidido iniciar su camino sin mí.

Me sorprendió tanto, como escribía y escribía y era sobre esta separación, madre e hija, cuando nos pidieron leer en voz alta el trabajo, no pude hablar, las lágrimas no me lo permitieron, lloré y lloré hasta el final de la clase y la escritora, amablemente, me dijo que no me preocupara, que no había problema si no podía leer mi trabajo. No entendí porque me pasaba eso.

Nunca imaginé que un año después, el dolor menguaría, debido a que yo, de alguna manera, a través de la escritura, ya había vivido, llorado y entendido que mi niña creció y era el momento de que tomara la responsabilidad de su vida y de esa pequeña criatura que pronto llegaría.

Aún con la tristeza y el dolor de la separación, sorprendida, claro, agradecí haberme liberado de sentimientos y emociones, quizá negativos, porque a partir de esa experiencia, decidí que lo más importante para mí, era que mi hija y el bebé estuvieran bien, que el niño se sintiera esperado y amado.

Por lo tanto, sin importar lo que los demás pensaran o el qué dirán, yo no iba a perderme nada en relación con el nacimiento, los preparativos, el “baby shower”, arreglar el lugar donde lo recibirían, el hospital, etc. Me lo propuse y disfrute cada momento, cada paso, hasta la alegría más grande, el día del nacimiento de Iker, el 7 de octubre del 2010.

Me gusta escribir, me gustaría ser una muy buena escritora, expresar mis ideas, pensamientos y sentimientos a través de la letra, para mi es más fácil que hablar, y si a esto le añado que también puedo sanar y superar situaciones complicadas y difíciles, es de un valor incalculable, me siento muy afortunada.

Superada la época difícil y de incertidumbre, pasaron ya 8 años, y cada día lo amo más, siempre me asombra ver cómo puedo aprender tanto de este hombrecito que me cambió la vida. Los lindos momentos y experiencias que he vivido desde que nació, con su inocencia, ternura y cariño. ¡Y lo que nos falta!

Hoy, estoy segura de que ¡No lo cambiaría por nada!

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