El hijo de mi padre

El hijo de mi padre

David G.Cruz

06/11/2018

Mi padre era lo más parecido a John Wayne. Fuerte, rudo, y formal. Creo que, de alguna manera, se sentía identificado con él, o con lo que encarnaba su personaje. Un hombre hecho así mismo, pero muy reservado, como sus hijos a la hora de contar sus sentimientos o cualquier cosa del pasado. Prácticamente sé de su vida de niño y de su juventud por mi madre, o por algunos tíos que me daban pistas de su carácter en su infancia.

Era bueno en matemáticas. Cuantas veces me enseñó mi tía su matrícula de honor. Le gustaba la historia. Por aquello de saber quiénes somos, de dónde venimos, hacia dónde vamos. Iba de frente, tal vez demasiado de frente para el resto de mortales. Eso le granjeó enemistades. Odiaba las injusticias y usaba de todo su talento y de todo lo que tuviera a mano para defenderse de un mundo en demasiadas ocasiones injusto.

Trabajamos juntos durante años. Éramos un equipo. Pero no dejábamos de ser padre e hijo. Nuestras broncas fueron tremendas. Distintos caracteres. Creo que sé más cosas de mi padre que todos mis hermanos juntos. Desde luego soy el único que se aprendió todos sus chistes, chistes malos a más no poder, y sus poemas recitados como el Romance a Córdoba, aquel que cantaba Pepe Marchena, maestro de maestros en el mundo del flamenco.

Hijo de padre comunista, mi abuela también, dueño de una de las tabernas más conocidas del pueblo. A mi abuelo le llamaban el coguta. Se lo pusieron porque se asemejaba a un pájaro típico de las llanuras extremeñas, tal vez por los pelos de punta que le quedaban como una cresta, igual que la coguta. Así que mi padre pasó a ser coguta también, y nosotros sus hijos, somos los cogutinos. Una coguta es un pájaro no migratorio que luce una cresta en su cabeza. Habita en llanos secos, sin mucha vegetación. Algo ermitaño y esquivo. Tal vez mi padre, se ajusta más a las características de un coguta, más que ningún otro. Podríamos llamarlo el coguta mayor. O rey de los cogutas.

La idea inicial de mi padre en su juventud, era salir del pueblo y probar suerte en Suiza, donde había oído que pagaban muy bien. 1 franco, 14 pesetas. Las matemáticas no fallan. Había dinero a ganar. El destino hizo que se quedara a medio camino, en Barcelona, y que 35 años después, fuera su hijo, un servidor de ustedes, el que acabara en Suiza.

-¡Mucho suizo en Suiza!

Exclamaba, cuando me preguntaba qué tal me iba por aquellas tierras. Escuchaba con atención mis experiencias y me daba siempre su particular visión sobre cada acontecimiento.

Últimamente me duermo como se dormía él, a la mitad de las películas del oeste que tanto le gustaban. Lo que le reclamábamos en el pasado me está pasando a mí ahora. Los arranques de ira, que tenía, sin razón alguna de peso. Aquello que tanto le recriminaba, ahora me suele pasar a mí más de lo que quisiera. Estos y tantos otros detalles en los que me veo reflejado, hacen que sea inequívocamente el hijo de mi padre.

Y si hablo en pasado no es porque ya no esté entre nosotros, sino porque soy yo el que no está con ellos, con mi familia. El coguta mayor sigue tan pancho en sus dominios cogutiles. Felizmente jubilado. Cada vez que paso a visitar a la familia me lo encuentro con los cascos puestos enchufado a la tablet, buscando vídeos de flamenco y esas tertulias políticas que tanto detesto. Tiene un grupo de whatsapp para hablar con los otros cogutas y ejerce como abuelo consentidor. Un abuelo moderno de nuestros días. Escucharle hablar catalán con su nieta después de 45 años que no salió de su boca ni un gràcies ni por casualidad, dan crédito a que el amor de un abuelo por una nieta mueve lo inamovible.

Aunque haya cosas y temas en los que estemos en las antípodas. Aunque no me guste discutir, y a él le encante. Aunque fume como un carretero sus Ducados, y yo no. Aunque yo sea más diplomático y él sea el capitán de la vehemencia. A pesar de eso, y sabiendo que vamos cerrando etapas y cambiando algunos roles, no dejo de reconocerme en rasgos muy suyos que ahora tengo por arte de birlibirloque. Algo que no deja de sorprenderme, irritarme y enorgullecerme a la vez. Un coguta más.

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