Septiembre ha terminado

Septiembre ha terminado

Betz Burton

26/10/2018

‘Vamos al pueblo’

Mamá da comienzo a las vacaciones con la frase más deseada del año. Las palabras resuenan en las paredes de la casa. Sonrío y salto de la cama ante la promesa de un nuevo verano de diversión. Las maletas se agolpan en el maletero y en el techo del coche, aguardando el ansiado momento que llevan esperando tantos meses. Como cada primero de julio.

Con todo y todos cargados, el viaje da comienzo. El motor del coche ruge y el acelerador inicia la marcha. Las carreteras serpenteantes ponen a prueba mi estómago de fuego. Aquí no hay líneas rectas ni dobles carriles que hagan más cómodo el recorrido. Pero así es como debe ser. Una auténtica aventura implica esfuerzo y riesgo, desde el primer momento.

Por fin llegamos al pueblo con demasiadas ganas de salir del coche. Con un mareo que ha hecho mella en nuestra cara. Pero que se ve compensado en los ojos, brillantes de felicidad, de la abuela. Ya está todo listo.

Nos esperan dos meses de vacaciones en compañía de otros que, como yo, abandonan momentáneamente la ciudad para adentrarse en aquello que llaman la España profunda. Siento pena de aquellos que no tienen pueblo. Porque son incapaces de entender lo que es la verdadera libertad, el aire puro, el contacto con la naturaleza. El calor de la familia y el fresco de la noche…

Despierto.

En la oscuridad de la habitación, la sonrisa me abandona. La soledad que me invade me recuerda el motivo por el que he regresado aquí después de tantos años. A la casa que antaño me acogía sin pedir nada a cambio, y ahora debe ver cómo dejamos atrás toda relación. Porque se ha convertido en un estorbo.

Miro por la ventana. Aún es noche cerrada. El ronroneo de los coches llegando a su destino ha desaparecido. Las risas de los niños y la emoción de los abuelos solo es un susurro en la lejanía del recuerdo. Las calles están vacías. Aquellos que cuidaban del lugar durante el invierno ya no están. Y las nuevas generaciones se han domesticado en otro tipo de vida.

Después de hoy, no quedará nada. No podré repetir la misma frase a mis hijos. Ya no me despertará el canto de gallo, ni me abrirá el apetito el olor a horno de leña. No volveré a jugar en esa tierra mágica.

Las cerraduras oxidadas bloquean las puertas. Nadie quiere hacerse cargo de un lugar vacío y roto. El pueblo llora y muere de dolor mientras las flores silvestres crecen en su lápida. Pero nadie puede escucharlo. Ya no importa.

Septiembre ha terminado.

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