Desde mi tierna infancia hasta mis años mozos, veló por mí, fue figura central en mi familia, un ser dotado de excepcionales y singulares características que desempeñó papeles de viuda joven, madre fuerte y dominante que batalló con la vida.

Una vasca que pisó suelo argentino, luego de las guerras, protectora, recta, pero ¡hostia! ¡con un carácter!su palabra se respetaba y valía más que la de mi madre, su hija. Cómo nos criaba, nos mimaba y,con firmeza, nos marcaba la forma de ser y el comportamiento.

Esa era ella, Milagros, mi abuela, una mujercita menuda, de rostro afilado, nariz larga, pelo cano, sin veleidades, pura sencillez, pero con un alma, ¡ay!¡ su alma!¡Cómo encantaba!. Escucharla narrar sus vivencias, invitaban al gozo y la admiración, no sólo a mí, se extendía a mis amigos que, uno a uno, se sentaban a su alrededor para tertuliar y ella confesaba:

-«¡Perdí cinco hijos!, Antonio, mi esposo murió en plena guerra civil mientras yo daba a luz a Edurne en la Maternidad de Bilbao, trabajé de cocinera para alimentar a mis hijos, uds., aquí no saben de penurias, desarraigo, hambre; cómo extraño mi pueblo «La Arboleda», no se imaginan lo bello que es, un sitio minero, rodeado de cerros, con casas de alto, de bonitos tejados, con un funicular que nos llevaba desde el Valle de Trápaga hacia la Reineta y desde donde tu mirada podía abarcar un panorama que llegaba hasta el mar…y así seguían sus relatos». Mientras tanto, tejía, cosía de maravilla o cocinaba sus platos preferidos: tocino con huevos fritos o bacalao o la «super sopa» que aliviaba todos los males, mitigaba la hambruna, la Porrusalda, condimentándola con canciones populares: «Desde Santurce a Bilbao, ando por toda la orilla…»

Ella bajó de los barcos como tantos abuelos inmigrantes que llegaron aquí a la Argentina, y yo crecí junto a sus historias, me transmitió el amor a su tierra, paisajes, sabores, costumbres; relató sus alegrías y sus penurias, pero también sus esperanzas que le permitieron rearmar la familia en otro continente, en una vasta llanura del interior del país, de la provincia de Santa Fe, que fue testigo de su presencia vibrante que a modo de huella bordó corazones en los sentimientos de quienes tuvieron la dicha de conocerla…

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