Al llegar a una plaza antigua en el centro bohemio de la ciudad, rebotaron sobre mi cuerpo sonidos de campanas de una Iglesia parroquial. Su elegancia me hizo recordar la historia de boda de la paciente a la que iba a visitar una vez más, como cada semana desde hace un año.
Aquel relato sólo lo contó una vez su esposo, ya que Carmen, mi paciente, no podía hablar debido a las secuelas que ha dejado la Demencia que la acompaña hace más de diez años.
«La conozco desde que era una niña, vivíamos en el mismo barrio»- confesó su marido- «Y aún guarda su mirada alegre y su pelo despeinado… adornos que combinó con el vestido de novia holgado que ocultaba su embarazo el día de nuestro casamiento».
Mi mirada de asombro fue respondida por él con una sonrisa, sin decir nada más. Siempre he sentido que pone a prueba mis reacciones de vez en cuando y ese día sin entenderlo del todo, se reveló ante mí un sentimiento profundo de escuchar y aprender todo lo que ellos pudieran enseñarme.
Con el andar de los meses, aprendí a conocer a Carmen por su mirada y su lenguaje corporal. Una creencia que desechaba, era la idea de que al tener Demencia, ella estaría desconectada de todos los recuerdos construidos en su pasado, porque lo cierto es que me fue sorprendiendo cada día. Me di cuenta a través de detalles sutiles, que ella había aprendido de su pasado sin perderse del presente.
Fue así como, al observarla, compartir con ella y conocer su historia, aprendía de sus alegrías, sus dolores y sus silencios en el presente, descubriendo también, la forma más efectiva de poder ayudarla.
Me di cuenta además, que al entregar mis servicios como terapeuta, en realidad era yo quien sanaba y que estaba aprendiendo a superarme a cada instante y en cada situación difícil que pudiera atravesar.
Sabía que sanaba, por lo que provocaba en mí la luz de su mirada y el andar de su pasos, caminando a través de una vida que no era perfecta, pero que nos enseñaba a todos quienes la acompañábamos una gran lección… Puede que en la vida, un evento inesperado, triste o violento, provoque cambios que harán que nunca vuelvas a ser tú mismo y en el que extrañarás tanto el pasado que sentirás que una parte de ti ha muerto, sin poder hacer nada al respecto, sólo aprender a vivir con ello.
La buena noticia es que un día, el Sol dentro de ti, iluminará con más fuerza y encontrarás a través de él, un nuevo amanecer que te mantenga aferrado a un presente que es sólo tuyo…porque es ahí donde está la vida.
Por eso hoy, a días de partir de mi hogar hacia otro continente, el sonido de una campana de Iglesia que marca las doce resume en mí su lección: «Crear en la vida, instancias bellas en las que vivir y sueños que compartir».
Infinitas gracias, Carmen.
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