Azúcarrrr exclamaba ella cuando un esfuerzo se transformaba en logro.

Azúcarrrr era el grito de guerra, era el Haka, era el triunfo, era el desafío entre lo posible y lo imposible. Y era contagioso. La gente a su alrededor se alegraba al verla y exclamaban coreando » Azúcarrrr» y se reían con ella.

A veces el azúcar parecía edulcorante con sabor metálico cuando recordaba ese fragmento de pasado, largo, tedioso, aburrido y doloroso. Pero igual endulzaba sus pequeñas o grandes hazañas.

Como no iba a ser todo Azúcar en su vida, si ahora con 20 años, podía decir y hablar que le había ganado la batalla al horrible cáncer con ayuda de catéteres , de quimioterapia, de médicos y enfermeras, de la familia que se turnaba, de las anestesias que la dormían para hacerle resonancias. Esa enfermedad tortuosa , a los 5 años.

Recordaba sus rizos negros y la alopecía posterior debida al tratamiento, sonreía al pensar que varias mujeres de su familia habían querido raparse para que ella no se sintiera tan diferente, tan sola. Se reía al escuchar los relatos de sus ataques de furia al despertar de las anestesias. Se acordaba de los barbijos eternos, del jabón para higienizarse las manos de ella y de las visitas. Pero por sobretodo, rememoraba los regalos que aun poseía. Libros de cuentos, peluches, cuadernos para pintar, música, y la llegada de los payamédicos

Ahora, todo era azúcar en su vida, desde un bochazo en un exámen en la facultad, una discusión con su novio, un despido del trabajo, hasta permanecer con sus amigos, ir al cine con su abuela, cantar en fogones, tocar la guitarra, comer una rica torta y animar fiestas infantiles.

Había decidido, ya desde pequeña, que su presente más futuro y próximo, sería siempre Azúcar, pasara lo que pasase.




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