Juan estaba sentado en su silla de ruedas, con los pies sobre un banquillo, viendo los chayules pulular alrededor de unos platos sucios. Sus manos estaban inmundas, los dedos prácticamente sin uñas, necesitaba darse un baño, y su botella de ron se había volcado sobre unos periódicos. Estiró su brazo lo más que pudo para alcanzar la botella, pero le fue imposible. Sintió moverse las ruedas de la silla, entonces desistió. maldijo su condición para luego quedarse dormido.
Se despertó al escuchar que llamaban a la puerta. Colocó sus pies en las chapaletas y empujó la silla de ruedas para atender al llamado. Era Wanda: tenía una botella de Ron plata sin abrir.
–Juan, me robaron en el bar. Creo que fue el hijueputa de Espinoza.
–Siéntate.
Juan movió el banquillo y se abrió paso hasta la botella. Tomó un vaso, sirvió un poco de ron en él, y luego dio un largo trago a la botella. Wanda se sentó en sus piernas, bebió del vaso, y lo abrazó. Estaba ebria y tenía rasgado el vestido.
–Me quedé con la cadena de oro que me regaló. Dos noches atrás intentó empeñarla para comprar más cerveza, pero no lo dejé. No sabes lo jodido que es ese hijueputa.
–Dame un trago –dijo juan. Ella se inclinó para tomar la botella, Juan vio su trasero, y al acercarse él le apretó sus pechos.
–Me hiciste falta, viejo renco.
–A mí me hicieron falta esas ricas tetas tuyas, Wanda. En verdad tienes buenas tetas.
–¿todavía te gustan?
–Me excito sólo de pensar en ellas.
–Nunca podré ser una buena madre, ¿sabes? Soy una alcohólica. ¿dónde está el niño?
–Por ahí debe andar. Ya sabes cómo es: viene, lee y luego con esa estúpida pelota. Amor, tranquila, te sentirás mejor.
–El estúpido de Espinoza no puede echar un polvo.
–¿Entonces no se le paraba?
–Claro que sí, quería coger todo el tiempo. Lo que pasa es que él no sabe cómo tratar a una hembra de verdad, ¿entiendes? Es un maricón. Encima de eso no le gustaba que se la chupara, ¿puedes creerlo? “me incomodo si me chupas la cabeza”, me decía el hijueputa pedazo de mierda. Ah, no jodas, el colmo fue cuando no quiso hacérmelo por detrás. ¡maldito bastardo! ¿acaso mi culo no es jugoso, Juan? Dímelo, sé sincero.
–Tienes un lindo par de nalgas, Wanda.
–Te gustaría metérmela, ¿verdad?
–supongo que sí.
–No vengas con cochonadas. Sabes que te gustaría, pero no puedes.
–¿Por qué?
–Eres un inválido, Juan. Sólo puedes usar tu fea lengua y tus dedos.
–He hecho que te vengas, Wanda.
–Pienso en otros hombres, viejo de mierda. Dame un trago
Juan le dio la botella.
–¿Cuánto dinero vale esa cadena? –preguntó Juan.
–Dos mil Córdobas.
–No me gustan las ladronas, pero nuestro muchacho necesita comer. No ha venido ni un cliente, estamos jodidos. Ayer comimos arroz con salsa de tomate.
–Ese es tu maldito problema, Juan. Deja que el chavalo se haga un hombre. Ponlo a trabajar sino se volverá un maricón como Espinoza.
–Dame un trago –le dijo Juan.
Wanda le pasó la botella.
–Qué buenas tetas tienes; las extrañé. Me gusta la forma en cómo ese vestido se ajusta a tu cintura y realza tus pechos. Por dios, tu escote es maravilloso. Podría lamerlas todo el día.
–Hablas como una persona educada, Juan. Eres todo un caballero pene flácido.
–¿Sabes que me gustaría hacer?
–¿Qué?
–Me gustaría tirarte en el piso y dejarte caer todo mi peso encima, luego tomarte del cuello y asesinarte. Quiero morder tus pezones hasta arrancártelos, maldita puta.
–¿Por qué me tratas como una zorra? Jamás me habías hablando así.
–Móntame con las piernas bien abiertas y muéstrame las tetas.
–¿Qué?
–Muéstrame las tetas.
–¿Te gustan mis tetas?
–¡Amo tus tetas!
Entonces Juan besó los pezones de Wanda. Luego, tomándose de las ruedas, se impulsó y cayeron al suelo. Él estaba sobre ella.
–¿Te pica el culo, hijueputa?!
–Me dejaste a mí y al niño por un maricón.
–¿Y? –contestó Wanda mientras intentaba soltarse.
–Déjame lamerte las tetas.
–¡No!
Juan la abofeteó fuertemente. Wanda acercó el seno derecho a los labios de Juan.
–Qué ricas tetas, carajo.
–Quiero irme. Me llevaré al niño.
–¡Tu madre! Si tocas al niño, te mato.
–¿Lo harías?
–Sí.
Ella intentó zafarse. Él la asfixió, fuertemente, y luego la dejó respirar.
–Soy un maldito semental, Perra.
–Lo sé, Juan. Lo eres.
Con el rabillo del ojo vio la botella tirada cerca de su pie derecho. Besó a Juan mientras acercaba la botella hasta su brazo. cuando la tuvo cerca, la destrozó en la cabeza de Juan.
–Maldito hijueputa –Dijo Wanda al quitárselo de encima.
Dejó a Juan tirado en el suelo. Buscó unos palillos de fósforo parra encender un cigarrillo. Fue hasta la cocina y vio un encendedor. Buscó sus cigarros, pero ya no estaban. Fue hasta el sanitario, echó una buena cagada. Al salir de la casa, tiró un escupitajo a Juan. Caminó tres cuadras, llegó al parque y compró un cigarro a un vendedor ambulante. Lo encendió, dio una buena calada y echó el humo. Pudo ver que un niño la saludaba a lo lejos, ella entrecerró los ojos para ver mejor. Sintió un escalofrío en la espina dorsal al ver a su hijo sonreír con una pelota en los pies. Lloró un poco y decidió ir por más Ron.
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