Elige vivir.

Elige vivir.

GON27

02/11/2018

Estás en un callejón sin salida.

Vives en la penumbra de un cuarto de cinco metros cuadrados y no sabes cómo salir de él. Hace meses que tu familia y tus amigos entran en casa, pero no en tu zulo.

Lo cierto es que desde una pequeña mirilla puedes ver como fuera es primavera y las mariposas revolotean aprovechando al máximo sus pocos días de vida, pero tú sin embargo no haces más que asesinar los tuyos. Los cerezos en flor te recuerdan que hay vida fuera aunque tú no puedas sentir más. A veces piensas en salir por ese pequeño tragaluz del techo pero no puedes. No puedes. Contigo viven tus pequeños que estarían indefensos si les dejaras solos en la oscuridad. Puedes oír su llanto. Puedes sentir su dolor cuando el monstruo entra en casa. Cuando te zarandea y te tira al suelo. A veces, ves por la mirilla que está en el jardín cavando con una pala un hoyo que crees que es para ti. Para los dos quizás.

Te consuela pensar que en el fondo te quiere y que la vida es dura para todos. Te consuelan tus hijos. Te consuela el olor a flores frescas que se filtra entre los ladrillos de la prisión el día de la madre. Aunque en realidad la estancia huele más a sarna y putrefacción.

Ese ser privado de alma es implacable cuando se trata de minar tu moral. Y cuando ve tu felicidad al abrazarte la inocencia su furia se dispara. Por primera vez pega a los pequeños. Es entonces cuando las paredes del zulo se resquebrajan. El llanto infantil hace estallar los cimientos y convierte en polvo cada ladrillo. Las paredes se caen derretidas por la propia furia del monstruo y al fin puedes correr en libertad.

Al principio la luz del día te ciega por un instante. Primero sientes incertidumbre aunque después hueles los cerezos antes tan lejanos. Al fin puedes llenar tus pulmones de aire limpio y lleno de primavera. También ves a los pequeños a la luz por primera vez y es entonces cuando te enamoras de ese momento y de todos los demás. Descubres que la vida con miedo no es vida. Descubres que puedes disfrutar del tiempo que tienes con la misma intensidad que las mariposas que aletean a tu alrededor. Aprendes a ser feliz de nuevo. Aprendes el equilibrio y la paz. Aprendes el amor. Has decidido vivir.

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