Soñamos con un pueblo sin sangre. Afrontamos la bajeza y la avidez que brota sin conmiseración en este campo de guerra. Los llamados regentes duermen en sigilo mientras las almas en calamidad buscamos un mejor lugar donde reposar de tanta protervidad.
El viento trae sólo sangre a mi pueblo. Es un juego pérfido donde los llamados obsecuentes somos empleados como presas fáciles.
Solo queremos un fulgor de esperanza donde la guerra y la soledad se vayan y la armonía regrese, porque aquí la libertad no es, la disfrazan con colores ilusorios. La vejación duerme en las calles esperando a que el país se tapice de sangre absuelta y quedé ya de por si desolado y despoblado.
Al crimen organizado le debemos lo que ocurre a nuestra gente, a nuestros hermanos que día a día se van de mi México, en busca de no ser asesinados por los infames que se creen dueños de nuestras tierras, a base de miedo todos huyen, pero me he dado cuenta de que no huyen de sus lugares de origen, sino de la muerte que los acecha.
La gente no siembra las tierras que rebozaron de esperanza, ahora sólo rebozan con sangre y con los cuerpos que día a día se encuentran en las fosas. ¿Hasta dónde hemos llegado? Malditos impostores que dicen ser patriotas, un patriota defiende a su gente y no la mata, no dejaremos que nuestro lugar de origen se termine de destruir con tanta guerra. Nuestros hijos son el futuro, así que es bueno ofrecer una educación, donde valoren lo que tenemos en el país, sobre todo, las buenas costumbres, la tierra que nos da de comer, la tranquilidad que por mucho tiempo acompañó a mis padres en las praderas, es cierto que en estos días esas praderas tapizadas de flores ya no existen, porque ellos, nos las han arrebatado sin piedad alguna, duermen sin sentir su cabeza perturbada, mientras el pueblo vive con miedo, por el miedo que nos infunden a través de sus armas de guerra, el hambre que se vivía en el pasado nos arrebató a esos niños que ahora infunden miedo, presos de su pobreza espiritual, deambulan con su arma, porque es lo único que a esos seres humanos les da seguridad. ¿Y nosotros qué? Somos el otro México que se ha dividido, más no hemos escapado de ser sus presas, sea cual sea la hora.
Dios mío ven y pon fin a todo este mal, en mi país hay personas que hacen las cosas correctamente, no dañan, ni perjudican al prójimo, sólo desean paz y esperanza. Deseamos que mi México vuelva a ser el de antes: un lugar poblado de gente orgullosa de sus raíces, sus tierras, de su propia gente y por supuesto que la alegría brille en cada mirada.
Tengo una familia que se perdió gracias a las bestias que deambulan con sus armas, no pierdo la esperanza, ellos regresarán con nosotros, llorando de alegría y felicidad.
Foto de Lau Almaraz
Foto del diario.es
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