EL EXTRAÑO CASO DE EMETERIO VEGA

EL EXTRAÑO CASO DE EMETERIO VEGA

Emeterio Vega se lanzó por la ventana. Normal. No sé como no lo hizo antes, la verdad.

Desde que tuvo uso de razón, y supo que había sido adoptado en aquel ambiente extraño, siguió sin vacilar los consejos de sus nuevos padres.

—Nunca cuentes nada de tu origen, Terín, que la gente es muy mala y te harán daño— le decía doña Amparo, su toda angustiada madre adquirida.

—En sociedad no muestres habilidad, hijo. Ver, oír y callar y nunca destacar— aconsejaba hasta la saciedad don Eusebio, su asustado padre postizo.

Y así desarrolló penosamente su vida, de tal manera, que era Emeterio en el momento de los hechos, un hombre, oscuro, serio y nada apreciado.

El suceso ocurrió justo su último día en “Suministros Varela S.A.”, empresa de la que era contable desde joven. Como era costumbre, los empleados que se jubilaban ofrecían, después de la jornada, unos pinchos y unos vinos como despedida.

Su baja popularidad hizo que de los treinta y siete de plantilla, solo aparecieran cinco.

Llevaban un buen rato esperando, cuando Emeterio se dirigió a una ventana en silencio, la abrió, y salto al vacío desde aquel décimo piso.

Manoli, la secretaria, tuvo un ataque de nervios y fue atendida por Conrado, de oficina técnica, siempre tan solícito con ella. El señor Valverde, llamó a emergencias mientras Emilio, de ventas, y Encarna, de facturación, se lanzaron escaleras abajo. Cuando salieron al portal, para su sorpresa, no hallaron ni rastro del pobre Emeterio. Miraron atónitos por los alrededores, preguntaron a transeúntes y comerciantes, pero nadie había visto nada.

La policía apuró todas las posibles pistas, e incluso interrogó a los cinco testigos sospechando asunto de estupefacientes en la fiesta, pero el cuerpo nunca apareció.

Su mujer nunca creyó en el suicidio. Estuvo siempre segura de que existía un complot de silencio por algún trapo sucio de la empresa.

Desde entonces en la oficina les costaba ponerse a trabajar (más de lo normal), y los corrillos eran frecuentes. Manoli, la secretaria, estaba segura de que había caído sobre el camión de la basura, y su cuerpo estaría sepultado bajo metros de desperdicios. Para Conrado, de oficina técnica, un rebote habría lanzado el cuerpo hasta algún balcón, y los inquilinos, con algo que esconder, habrían hecho desaparecer el cuerpo con discreción. Hubo incluso quien aseguró, meses después, haberle visto de lejos en un casino de la costa del sol acompañado de una espléndida rubia.

El día de su despedida, Emeterio Vega, llegó al punto final de una etapa de su existencia. Su mujer y sus hijos le despreciaban, sus compañeros le ignoraban, y no tenía amigos. Al comprobar que solo cinco personas acudían a su invitación, la amargura le hizo ver que su forma de vida había sido una enorme equivocación. Así, a sus 65 años, tomó sereno la decisión de romper con todo. Abrió la ventana de la oficina, se lanzó al exterior, y surcó la galaxia, veloz y emocionado, al encuentro de su anhelado planeta natal.

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