Los López viven en la misma manzana que yo, nos separa o nos une, según se mire, un jardín. Nos vemos a lo lejos desde la ventana. Tienen una hija de la edad de mi hijo y nos bajamos el vermut al jardín y celebramos los cumpleaños de los niños y San Juan.

Yo siempre los he admirado por su capacidad de escucharte, cuando se lo pides. Si me quedo en la calle, por despiste,siempre está él para abrirme la puerta y darme mis llaves que amablemente custodia.

El señor López es activo, alegre y parece siempre feliz, a pesar de estar en paro.Parándose por la calle a contarme cualquier cosa del barrio en un tono simpático.

En primavera y verano sale a la terraza a tender la ropa con el torso desnudo y yo lo admiro por esa vitalidad que derrocha.Otras veces, en su casa , está planchando o me lo encuentro en el supermercado haciendo la compra.

La señora López trabaja casi todo el día, es médica y lleva varias clínicas.

A mi cumpleaños siempre los invito, brindamos con cava y nos reímos.Pero los ojos les chispean cuando ven fotos de nuestros niños de pequeñitos, en el parque aprendiendo a andar y mas tarde a montar en bici o jugando a » Un dos tres toca la pared».

Han pasado los años, ahora salimos sin niños a tomar el vermut y hablamos de ellos, que ya son jóvenes y ahora tienen pandillas distintas . Apenas si coinciden, cuando de pequeños decíamos: ¡ Algún día serán novios!

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