¿Que bonito cuento? Coreó Juanito mirando a su abuelo. Con permiso de usted, voy a recoger una poca leña y la dejo partida para encender la lumbre. El joven, todavía no había conocido el trabajo de los campesinos en invierno, y la poca estimación de su profesión era totalmente ignorada por el joven. Un mozo caído en una aldea austera que sufre tormentos de despoblación, no sabe, no entiende, pero escucha y aprende del abuelo. ¡Y, en qué sabrosa parte está la dicha! Adonde nunca vemos sino niebla.

La tierra presentaba una decoración horrible con nubes color ceniza, a las que se iba acercando, una penumbra como para saciar en ellas el declive del día. El sol cerraba ya la jornada y deprimía al anciano porque venía la noche y, el campo que él labró en su juventud, estaba abandonado.

El abuelo, percibe ese menosprecio, y por eso, si puede librar de el a su nieto, lo intenta, contándole cuentos para que no esté triste.

Después de cenar a la par de la lumbre, cerrada la puerta de la cabaña y aguardaban al sueño: el abuelo contando y el nieto escuchando. Todo estaba quieto ante sus miradas, pero el resentimiento se convierte en un dulce cuento. Tantos labradores que mandaban a sus hijos a la ciudad; no por motivos económicos, sino para no retenerlos junto a los campesinos. Los mandaban, por que no querían que permanecieran en el campo despoblado y menospreciado

«Acostaronse: pero no podían dormir. Pensaban los dos sin hablarse, guardando silencio, pensando; el abuelo, en la deserción campesina; el nieto en los ruidos que se oían en el techo.

Alguien está ahí fuera -suspiró Juanito.

-¡Dios mio! ¿Que será?

Repentinamente, sobre sus cabezas se oyen ruidos en el silencio de la noche. Era el crujir de los palos, en los que, la carcoma, hacía con su barrena el trabajo de la perforación: se había hecho dueña de la propiedad. ¡¡¡Abuelo!!! Cuando miras al techo y ves que los revoltones se parten, ¿Puedes decirle a las polillas que se paren? No, las polillas no las puede parar nadie, ni puedes parar la lluvia. Pues bien mi querido nieto, lo que pasó en la vida del labrador, era más bien como las polillas, o como algo que pensamos; como lo que podemos controlar para superar el trauma campesino o lo que no podemos controlar: tu que eres joven, aplica bien el cuento; controla el trauma y emprende la senda de la vida. Conservarse a si mismo, y si el mundo es un solo ser vivo, que también él, concuerda consigo mismo, todo se revela contra todo, todo está en todo, todo necesita de todo. Y cuando este Universo sea regido por la razón, la casualidad sucede por una causa. Todos los oficios, son dignos de respeto y estimación en lo que pensamos y creemos. Eso es al menos lo que pienso. ¿Y tu, Juanito… que piensas?

Yo, mi querido abuelo, pienso que, los esclavos tienen derecho a rebelarse.

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