Este islote que desde el cielo se ve como un anillo de tierra rodeado de aguas esmeralda y corazón de turquesa, fue escenario de una horrible pasión humana. Por desgracia, el antagonista fui yo, ahora soy el único espectro que deambula por aquí. Todos los demás espíritus se han ido a descansar, están todos en paz, menos yo. Por las noches, miro las estrellas y recuerdo los viejos tiempos en que no fui un demente agresor. La soledad conduce a la locura cuando se está vivo. En el más allá los sentimientos ya no existen porque éstos son parte del cuerpo, no de la razón. Eso significa que mi tortura son mis pensamientos, los conceptos sobre la moral y los principios filosóficos que me impiden descansar. Por esta ruta marítima pasaron grandes navegantes como Álvaro Saavedra, su descubridor, Magallanes y, sus re-descubridores Chassiron y Dubocage. También el pirata Clipperton, de quien lleva el nombre este círculo de tierra.

Llegamos con la misión de resguardar la soberanía de la isla. Éramos de diferentes clases sociales, yo era el más humilde y menos apreciado por mi origen africano. A ese factor le debo, creo, casi todas las desgracias. Al principio pudimos vivir como dios manda. Recibíamos el abastecimiento adecuado y hasta casas teníamos. La desgracia llegó cuando un huracán derribó las viviendas y los ingleses que recolectaban el guano, para mandarlo a Estados Unidos, se negaron a continuar exportando dicho combustible que no fue rentable nunca. Luego empezaron los conflictos armados en nuestro país y el barco que nos traía las malas nuevas fue hundido por los rebeldes. Así se completó el gran escenario para esta comedia Shakespiriana.

Un día me entraron las ganas de tener una mujer. No había ninguna apropiada porque las que teníamos eran esposas o hijas adolescentes de los otros soldados o el capitán. Me desesperé, no llegaba el barco de abastecimiento, había comenzado una gran revolución y estaba en vísperas la primera Guerra Mundial. La desesperación y el hambre nos dejaron algunos muertos de escorbuto, se racionaban los cocos, que eran la única fuente de vitaminas que podían salvar a los niños. Perdí el control y, ante la muerte, mi instinto de conservación me obligó a tratar de procrear. Ahora lo veo así, pero en aquel entonces era sólo ese deseo ardiente salvaje y animal. Intenté violar a una muchacha y me sometieron a golpes, me aislaron.

Viví mucho tiempo encerrado en una caverna comiendo cangrejos. Un día noté que había mucho silencio, salí y me enteré de todo. El capitán había muerto en un intento por alcanzar la costa que estaba a mil kilómetros. Ya no lo pensé más. Me proclamé rey, cogí el machete y los fusiles y obligué a las mujeres a servirme como esclavas. Las disfruté a todas, pero cuando llegó el turno de la viuda del capitán, fui víctima de un complot. Me asesinaron y, ese mismo día, llegó por casualidad un barco americano en busca de una de sus goletas perdidas.

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