El 6 de enero se había convertido para ella en uno de los días más tristes del año.

Con tan solo 12 años se convirtió en mujer, madre y ahora reina maga.

La ilusión y los nervios que de pequeña no la dejaban dormir, se habían convertido en un enorme cansancio que hacía que la noche del 5 de enero cayese rendida en la cama.

Con la pérdida de su madre, ella tuvo que asumir su papel. Y nadie le había preguntado ni siquiera si quería. Nadie se había parado a pensar si ella quería crecer así de rápido, si quería dejar atrás la comba, los juegos y los primeros besos robados.

Era la primera navidad en la que su madre ya no estaba y como su padre siempre estaba trabajando, ella tenía que encargarse de los regalos de reyes de sus dos hermanos, de su padre y por supuesto los de ella misma.

A ella siempre le enseñaron que las mujeres son las que recogen la mesa, las que se encargan de la comida, que para comprar regalos las mujeres tienen más tacto y que por supuesto, nadie hace la cama como una mujer.

Siempre intentaba rebelarse y continuamente estaba peleándose con sus hermanos y su padre porque no era justo, pero siempre acababa perdiendo.

Pero ahora era distinto, sabía que tenía que encargarse de ello, pero no por su padre o sus hermanos, sino por ella misma.

Para su madre el día de reyes era un día especial. El salón se llenaba de colores, globos, chuches y regalos. Muñecas para la niña de la casa y camiones y pistolas para los niños.

Ella quería seguir sintiendo que su madre estaba a su lado ese día, por eso intentaba que todo fuese como lo hacía ella.

Investigaba a sus hermanos y a su padre, rebuscaba en sus cajones para saber si necesitaban calcetines o calzoncillos nuevos, les preguntaba cosas sin que se diesen cuenta y sacaba información.

Para su padre un pijama nuevo, un bonsai y un bolso para llevar las llaves. Para su hermano mayor una cámara de fotos, unos calzoncillos y el nuevo juego de la play. Para su hermano pequeño un chaquetón de plumas, unas zapatillas de estar por casa y colonia. Y para ella… bueno. Su madre siempre sabía lo que necesitaba y todo era sorpresa, así que no tenía ni la más remota idea de qué comprarse.

¿Y a partir de ahora todo sería así? Ya no habría más sorpresas. Ya nunca más se pondría nerviosa el día antes de reyes, ya no tendría un referente al que seguir ni nadie que le enseñara las cosas que aún no sabía. No había tenido tiempo de aprender a maquillarse, aún no le había venido la regla y mucho menos le habían salido los pechos.

Y entonces se acordó de ese momento, de uno de los días de reyes que, sentada en las rodillas de su madre, se encontró de sorpresa con la muñeca que llevaba todo el año deseando.

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