Mis viajes no han sido tan largos, nunca he salido para ir al otro lado del mundo, pero este último viaje no tuvo límite de distancia y tampoco tuve que salir de las cuatro paredes de mi propia casa. honestamente fue el mejor…

Todo comenzó con un simple «buenos días», ante el estrés diario de la rutina vino la propuesta más maravillosa que alguna vez experimente pero que la adultez me hizo olvidar, sólo bastó un «vamos a imaginar» para que de inmediato se abriera mi mente y al mirar una pared blanca se dibujara al instante una puerta donde cerré mis ojos para poder entrar; el sol deslumbrante no me permitió ver el paisaje guardado en mi memoria pero conforme se fueron moviendo los rayos del sol como si fuera esta una lluvia de estrellas, la sombra de las hojas de los sauces comenzaron a bailar para encontrarme aun sin mirarnos a los ojos con aquel que sería mi compañero de viaje, mi cómplice de aventuras, la persona en la que confiaría para compartir mis mas profundos secretos.

Su Nombre es J2, ya había existido un J1 dónde los vicios de este mundo se lo comió, mas aparte la falta de compatibilidad que el pedía de mi parte y que no le pude dar. Pero sin saber este J2 prácticamente sin darme cuenta con un cruce de miradas desde un poco menos de una década, casi de inmediato se ganó mi corazón.

En ese momento cuando lo vi de espaldas yo no lo sabía, no sabía que esta aventura tan hermosa fortalecería un lazo que en este mundo parecería ciertamente inexistente, un enredo emocional, una duda existencial en medio de un destino que no supimos si fue un mala jugada de su parte o parte de un propósito para afianzar este lazo que aun me cuesta entender, pero que existe, que aun compartimos y anhelamos cuidar. Estaba allí en medio del bosque, esperando mi llegada para preguntarme «¿Qué ves? , ¿Qué sientes?, ¿Qué hueles?», era el recuerdo de mi imaginación adolescente donde la brisa seguía humedeciendo mi rostro y el olor a tierra húmeda me daba la bienvenida. En ese momento nos volvimos a ver, una pequeña sonrisa dibujada en nuestros rostros hizo que mi cuerpo se erizara de gusto al entender que este viaje no lo haría sola.

Fue entonces que al tomarme de la mano emprendimos el viaje donde no hubo límites que cuidar, reglas morales que respetar, ni nuestros propios cuerpos sabían de las nuevas capacidades que tendrían para crear. Todo estaba dentro de nuestro propio mundo, la realidad paralela, nuestras mentes interactuando para escaparnos de esta realidad enajenada que se afana en solo cumplir ciclos donde los sueños no tienen cabida, ni la recreación, ni la libertad.

Con nuestras manos unidas comenzó todo, nos convertimos en niños, corrimos, jugamos, sentimos el pasto con nuestros pies descalzos; jugamos en el agua y nuestros ojos miraron como es que una pradera se volvía bosque y en el bosque existía un río y este río de inmediato se encontraba con la playa para desembocar en el mar. No nos cansábamos de jugar, no nos daba sueño. Si queríamos podíamos nadar en el río, por debajo de él podíamos ver, respirar. Creamos nuestras propias aventuras, nuestros propios paisajes, nuestra propia historia; vimos animales extraordinarios, nadamos sin parar pero siempre tomados de las manos.

¡Exploramos selvas, cuevas, desiertos, el enigma del mar!, ese mar donde los peces fluorescentes fueron inolvidables, la aspereza de la ballena gigante la sigo sintiendo en mis dedos. En medio de la nada los dos respirando debajo del agua, bajo la corriente del mar fue cuando paramos, donde pude ver a J2 a los ojos, radiante de alegría al igual que yo. Pude sentir su mejilla y su cabello suave, no dijimos una sola palabra pero con la mirada podíamos decirnos todo…en ese momento nos abrazamos, dejamos de ser niños, ¡lo vi a él tal cual es!, lo pude sentir como nunca pude hacerlo. Nuestros cuerpos entrelazados provocaron que la química saliera en forma de burbujas y esta fue tan intensa que salimos disparados del mar para ser arrojados a la arena. Si apetecíamos podíamos dormir allí, sin importar el lugar para descansar tranquilos a la intemperie.

Con una mano podíamos hacer que la noche fuera día y el día fuera noche, ¡dibujábamos hermosos atardeceres!.

Poco a poco nos adentramos en el amor y ese amor nos envolvió descubriendo nuevas salidas y entradas que nos daba acceso a cualquier parte de nuestra propia realidad paralela. Ese viaje fue el inicio de nuestra aceptación sin rodeos, sin mascaras, ni falsedades. Confiando mutuamente uno en el otro, descubriendo secretos, explorando nuestros propios cuerpos. Lo mas bello y honesto que no pude ver ni descubrir en otro ser humano; el egoísmo era prácticamente nulo. Queríamos cumplir lo que el otro soñaba, deseaba, fantaseaba; lo hacíamos con gusto, una apertura que en la realidad de este mundo sería difícil cumplir. Por muchos meses lo hicimos, por otros mas nos cuidamos.

Pero como todo viaje, al tener un inicio, también llegó su final. La realidad de este mundo tuvo que jalarnos para aterrizar en los problemas que dejamos parados por un tiempo, pero que con un buen descanso despejamos nuestras mentes para poder resolverlos con más ánimo.

No lo voy a negar, me costó y dolió mucho terminar este viaje. Cerrar las puertas con candado fue algo que ninguno de los dos queríamos hacer, era necesario dejar de hacerlo. ¿Quieren saber por qué? son parte de mis secretos compartidos que solo J2 puede saber.

Fue él mejor viaje de mi vida, lo más hermoso que he vivido, lo que más me gusta hacer, con el mejor compañero que tuve, el mejor amigo, al que mejor ame. Pero si hablamos de secretos, sólo revelare uno: J2 sí existe, lo vi pocas veces, pero este viaje que hicimos aunque contaba con su existencia… en la realidad de este mundo jamás lo pude ver.

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