No nos hemos entendido.
Una herida me escuece,
-el tonto crónico enloquece-,
con la yugular henchida,
como avispa malherida,
tiro un dardo envenenado.
No controlo mi enfado,
hiero con saña, mi amor!
Incrédula, y con dolor,
te retiras de mi lado.
Tu alma llora mis ofensas.
Me lo dicen tus ojillos,
humedecen tus mejillas,
no intuyo lo que piensas.
Orgullosas faces tensas,
entrecrúzanse misiles,
acusaciones infantiles.
Cómo duele, corazón!
que te falle sin razón,
por motivos tan futiles.
El silencio hiere y corta,
sabe como amarga hiel,
gallinácea es mi piel.
Hago ver que no me importa.
Mi voz parece alicorta.
Enmudezco, me resquebrajo
y de repente, me rebajo.
No entiendo lo que hacía,
el argumento es utopía,
he perdido el desparpajo.
Viene desde lo más hondo
el malhechor pierde desdén
me siento pródigo también
el ego queda muy lirondo
mientras tú adquieres fondo.
Quiero pedirte me perdones,
pero no tengo cojones.
Con los ojos abrumados,
contrito estoy, y humillado,
me sobra ego a montones.
Cuando logro por fin hablar
entrecortado, me prodigo
y no sé ni lo que digo
que siento mucho mi enfadar
y me perdones mi gritar
Te quiero mucho, corazón,
siento una enorme desazón.
Tengo un nudo al decir,
ahí perferiría el morir,
soy crónico, soy tontorrón.
De repente, lo puedo sentir
inesperadamente
inmerecidamente
mi ojo se llena de ti
me has sonreído a mi
comprendo que has perdonado
que tu amor me ha ganado
que me quieres de verdad
mi corazón tu heredad
tu amor me ha salvado.
Majadahonda, septiembre del/18
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