Werner y Marianne originales de suiza, estaban de luna de miel en el archipiélago de las islas Galápagos. Unas islas de ensueño, con unos volcanes espectaculares para visitar, y unas vistas espléndidas de la salida y puesta del sol. Estuvieron en varias islas disfrutando del paraíso que éstas ofrecen. En muchas de ellas se desplazaban en bici, puesto que no en todas se pueden conducir vehículos a motor. Mientras visitaban la isla de Santa Cruz hicieron una parada a fin de sacar una hermosa fotografía del espectáculo que la naturaleza estaba ofreciéndoles. Salieron del coche encendido que acababan de alquilar, pues llevaban en la isla escasas dos horas. Tomaron tantas fotografías como el paisaje permitió. Los coches que circulaban por esa carretera resultaban escasos, pues se trataba de una carretera poco transitada.

Una vez acabaron con sus fotografías se dirigieron a su vehículo y se dieron cuenta de que estaba cerrado. Con el motor encendido y todas sus puertas totalmente cerradas y sin poder abrir ninguna de ellas. No podían entenderlo, las llaves estaban dentro en el contacto, el coche encendido. ¿Cómo era posible? Únicamente disponían de su cámara fotográfica. Afortunadamente en la parte trasera del coche, en una pegatina, se anunciaba el teléfono de la compañía con la que lo habían alquilado. Al oír el siguiente coche que se acercaba Marianne sin pensárselo se situó en el medio de la carretera haciendo señales para que parasen sin pensar quién o como podría ser el conductor de ese vehículo. Afortunadamente, Marco Antonio se llamaba, les ofreció su teléfono para llamar a la compañía y en pocos minutos un trabajador de ésta se personó con una copia de llaves del vehículo y los recién casados pudieron continuar con su recorrido. Ambos no podían creerse la suerte que habían tenido con Marco Antonio y con que la empresa respondiera tan bien y con tanta rapidez. Se sentían muy agradecidos y aún no comprendían cómo les pudo haber pasado algo así, ¡Menudo despiste!

A pocos kilómetros de ese suceso, aproximadamente 4, se encontraron a dos niños pequeños en medio de la carretera haciendo señas para que Werner y Marianne parasen y repetían constantemente “don’t take him, don’t take him” “No lo cojan, no lo cojan”. Fue todo tan rápido que apenas entendieron que les estaban diciendo los niños. Werner y Marianne bajaron la ventanilla y a cien metros se encontraron con el que parecía el padre de los niños hablando con un viajero, de larga barba, mochila grande y prendas de varios días sin lavar. Los señores les pidieron a Werner y Marianne que recogieran al viajante y lo acercaran unos pocos kilómetros de su destino que no aclararon cuál era, aunque la carretera era de una sola dirección y la única carretera asfaltada en toda la isla. Todo estaba ocurriendo muy deprisa, y Werner y Marianne siempre habían creído que no se podía recoger a ningún desconocido de la carretera, aunque hacía escasísimos minutos un conductor igual que ellos había parado y les había ayudado con la llamada telefónica de forma totalmente desinteresada y sin pedir nada a cambio, un humilde señor, trabajador de la isla como podían ser esos señores con lo que estaban hablando en ese momento.

Werner y Marianne se miraron ¿Que es lo que les estaban diciendo los niños? Sus mentes viajaban entre mil opciones posibles si accedían a dar entrada a ese señor a su vehículo, solo con mirarse sabían que estaban pensando exactamente lo mismo. Werner y Marianne eran buenas personas, y gracias a la buena fe de Marco Antonio, acababan de salir de un gran apuro. Sin estar muy convencidos, aunque creyendo que tras los últimos acontecimientos era su deber ayudar a ese señor, lo recogieron. Un sentimiento de desconfianza e inseguridad les invadió cuando ese señor que decía llamarse Eduardo se sentó en el asiento trasero. Marianne era quien conducía, por lo que poco podía controlar ahí detrás, aunque Werner giró su torso hacia detrás a fin de establecer una conversa banal. Cuando llevaban unos 3 kilómetros avanzando, Marianne le pidió a Werner, que averiguara dónde debían dejar a Eduardo. En ese momento Eduardo empuñó un arma blanca en la nuca de Marianne.

Semanas más tarde el periódico “20 minuten” suizo anunciaba la desaparición de dos turistas suizos, originales de Lucerna. La noticia decía así: Dos vecinos de la localidad de Lucerna desaparecidos. M y W, recién casados y de nacionalidad Suiza, han desaparecido recientemente en las islas Galápagos, concretamente en la Isla de Santa Cruz, según fuentes familiares, quién han denunciado su desaparición tras no recibir más noticias por su parte des del día en que llegaron a esta isla. Las autoridades ecuatorianas están colaborando con la embajada suiza situada en Quito así como con el departamento de investigación de la Policía de las Islas. Por el momento toda la información que han podido recibir es procedente de un habitante de la misma isla, el Sr. M.A. quien dice haber reconocido a los desaparecidos tras varias acciones y publicaciones de búsqueda por parte de la policía. M.A. manifiesta haberlos ayudado tras encontrárselos en perfectas condiciones de salud e higiene en el punto kilométrico 73 de la vía Playa del Garrapateo. El señor M.A. ha sido de gran utilidad a fin de localizar a la empresa de alquiler de vehículos quien parece confirmar su misma versión, aludiendo que fueron a hasta ese mismo punto kilométrico con una copia de la llave del vehículo.

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