Me doy un mes para salir huyendo de este lugar en busca del primer sitio con wifi. Me doy un mes para tirar los libros, las notas, el lápiz y la pluma. Tanta paz me hará daño… Me doy un mes para hartarme de la libertad.
Regresando a mis primeros sueños de infancia, siempre pretendí vivir de los libros. Escribir fue, desde el momento en que aprendí a hacerlo, mi meta de vida. Historias de amor, de aventura, de terror, cuentos cortos y largos, sin embargo, los sueños tienden a morir presas de las expectativas de una sociedad con poco amor al arte literario.
Me tomó un tiempo retomar mis incompletos escritos, recordar que era lo que quería hacer con ellos, ¿A dónde debía llevar todas aquellas historias que no vieron un final? Ha sido difícil deshacerme del bloqueo mental, y claro, no ayuda el hecho de que, cada día, al tiempo que sostengo la pluma, un familiar aparezca para recordarme que «De letras y sueños, no vive el hombre»
Bien, de letras incompletas no vive el hombre, lo sé, lo tengo claro, pero debo intentarlo, debo seguir el sueño de mi infancia, debo ser más que algo incompleto.
Quiero ir a los pueblos olvidados en busca de las letras escondidas entre sus calles, quiero escuchar al viento susurrar las leyendas perdidas que se transforman en historias, quiero escuchar a la gente que nadie escucha, describir mil paisajes. Quiero llegar a impregnarme de sensaciones reales, porque, hasta las historias de fantasías, necesitan de inspiraciones reales para sentirse parte de la realidad.
Decido entonces tomar una mochila y un poco de dinero para irme. ¿A dónde? A donde la inspiración me lleve.
Sí, ya escucho a mi familia intentar explicarle a los demás por qué es que me he vuelto loca. El vecino gritará que es putería lo que quiero, la vecina de enfrente dirá que voy a abortar o me he escapado con el novio, el hombre que atiende la tienda de al lado dirá que soy joven, que regresaré para escuchar los «Te lo dije».
Arreglo la mochila de viaje mientras mi madre, desde la puerta, me relata historias de mujeres perdidas, de secuestros, de soledad. Lo admitiré, eso me detiene también. Mi hermoso país, del que quiero explorar y aprender, es también un país de inseguridades, de acoso, de gente que sale un día de su casa y no vuelve… Admito que le tengo más miedo a no volver que a quedarme sin conexión.
Dudo. ¿Podría inspirarme de igual forma dentro de la seguridad de mi casa? Mi madre insiste al ver mi vacilación, «Cuando vuelvas ¿De qué vas a vivir? ¿Cómo conseguirás un trabajo? ¿Te has puesto a pensar si quiera que, lo que vas a gastar en el viaje, es lo poco que has hecho en tu tiempo como «asalariada»?»
Contaré el dinero a escondidas. Necesito aire para poder desbloquear mi mente y describir de una mejor manera la frustración que siento luego de haber pasado algunos años ahorrando y solo tener lo que tengo en las manos. No soy vieja, tengo 24 años, no llevo mucho trabajando, quizás 5 o 6 años, pero, aun así, ¿Si me enfermo y lo necesito después? ¿Si resulta que soy la peor de los escritores y debo cortar mi sueño sin un centavo?
Me he visualizado empezando desde cero, eso casi no es un problema, pero hay que intentarlo, hay que arriesgarse mientras aun puedo corregir mis errores. Por 24 años he estado estática, ¿Qué le voy a contar a mi futura familia si no hago un desesperado escape ahora? ¿Cómo podré ver a la cara a mis propios hijos y decirles que deben seguir sus sueños si yo no pude intentar siquiera el mío?
Me voy, con las bendiciones de mi madre y las blasfemias de los demás, me voy con el » Me doy un mes para… » clavado en mis pensamientos constantes. No pensé irme sola, no me gusta estar sola, pero no pude encontrar quien me acompañara; el trabajo los frena, sus propias metas les impiden seguirme. Está bien, yo no puedo quedarme. No es un adiós, tampoco se pierden amistades, ni amores, las diferentes metas a veces, complementan las relaciones, ¿Qué hay de bueno en que todos seamos iguales?
Descargué una nueva lista de música para el viaje, un poco de todo para variar la inspiración. Lo irónico es que me mareo mirando por las ventanas, pero me esfuerzo por ver, por llenarme de imágenes y colores. Dormiré pensando en cómo describir la imagen de la lluvia golpeando el vidrio, del paisaje nublado o con sol, ¿Habrá flores? ¿De qué color serán?
Será un viaje increíble, una aventura de miedo por no conocer el lugar, una aventura llena de precauciones, pues he leído que, en algunos lugares, no es siempre bueno llegar y preguntar algo; será un viaje con guía de papel, siempre se puede encontrar un buen lugar para quedarse, no es necesario un hotel, he leído de hostales, de casas y cuartos para viajeros. Dormiré con miedo y lo iré perdiendo poco a poco.
Tomaré cientos de fotos, grabaré horas de vídeo, quiero que mi familia pueda ver lo que veo. Me gustaría que lo leyeran, pero eso no va a pasar, son visuales, no los juzgo.
Iré a buscar mi inspiración, levantaré piedras y haré historias improvisadas para practicar. Cada lugar se llenará de mis personajes y mis historias se llenarán de cada pueblo, de cada lugar, de cada gente. Iré buscando aire limpio, iré buscando paz. Quiero mi aventura de letras y sueños.
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