Desde lo profundo de mi mismo.

Desde lo profundo de mi mismo.

Matias Cañete

16/11/2016

Mamá… mamá ! Entendeme, aunque sea incapaz de decirlo. Aunque no tenga forma de expresarte ésto con palabras, ni con miradas, ni abrazos. Estoy encerrado acá adentro. En esta cárcel que me incomunica, que no me deja decirte las cosas de una forma en la que puedas entenderme.

Ay mamá… a veces todo ésto me da bronca. ¿Será que merezco esta prisión? ¿Habré hecho algo malo? ¿Tendré que aprender antes de ser capaz de salir a la superficie?

Te digo que te amo. Te amo fuerte, aunque no podamos entendernos. Te lo comunico en mi idioma, de la forma que sé, y que es incomprensible, incluso entre nosotros, entre los que estamos encerrados. Te lo digo con orden, te lo digo con perfección, con objetos, te lo digo con números, como me sale, en un lenguaje que solo sé yo, y que no soy capaz de enseñarte. La distancia no me lo permite. Tengo las peores rejas de este universo, las invisibles, las que no existen. Y sin embargo ahí están, asechando, como un foso plagado de cocodrilos, relamiéndose con mi miedo a cruzar. Quiero escapar de ese castillo que es prisión. No puedo hacerlo. Ni siquiera sé como hacerlo, y de hacerlo… ¿hacia dónde caminaría?, y ¿cómo saber si en ese camino me estoy alejando, acercando, o si después de tanto caminar, no sigo en el mismo lugar, pero ahora a la intemperie, sin el techo que me ofrece ese castillo maldito? a salvo de la lluvia, de los truenos, de las notas de la escuela, de la sociabilidad inútil, de los saludos de cumpleaños, de un laburo alienante, de armar parejas y desarmarlas, del mal de amores, de los ciclos económicos, de las reglas de comportamiento, de elegir religión, de banda de cosas que no sirven para nada, y que solo existen porque se nos ocurrió, como especie, hace mucho tiempo, saludar al mono que teníamos al lado… y algunas otras cosas que nos rebolearon hasta acá.

Mi prisión se vuelve también tu prisión, y éso es insoportable. Sos un barco anclado en el medio del mar, en un lugar en el que no tenías pensado quedarte a flotar, un medio camino. Y a lo lejos el faro te ilumina cada tanto. En el día se pierde con la luz del sol, y de noche te obligás a confundirlo con las estrellas. El ancla no es capaz de cortarse sola, no es posible. Y el barco no va a hacerlo, no va a abandonar el ancla en mitad del océano.

Este mundo es un desastre. Esta vida es la que me toca, es la que tengo. Y es la que te tocó a vos, bancarme. Tratar de que nuestra relación sea la mejor posible. Sos mi vieja, entiendo el amor, lo juro, pero entenderlo no es lo mismo que sentirlo, y mucho menos es lo mismo que la capacidad de demostrarlo.

Con los animales me llevo bien. Tenemos la misma incapacidad de que los demás nos entiendan. Pero la diferencia es que ellos no reclaman nada, no se desilusionan, no lloran de noche porque colapsé, porque mi comportamiento no es el establecido por una sociedad corrupta, hipócrita, desagradable.

Mierda. Si ni siquiera puedo mirarte a los ojos. Mi sistema colapsa si quiero mantener un contacto visual, me pasa con todos, pero con vos se eleva a la enésima potencia.

Ay mamá… me gustaría poder abrazarte, devolverte el amor que me das. Que entiendas mi idioma, y a mí. Que podamos conversar sobre el día. Conocerte. Acostarnos a mirar las estrellas. Encontrar dibujos en las nubes. Contarte sobre mi primera novia. Darte a cambio de todo lo que me das, lo poco que podría darte.

Toda la maldad de este mundo vale la pena por la posibilidad de comunicarme con vos.

Quizás nunca.

Quizás la próxima.

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