No fue el tomarnos de las manos encender el motor descubrirnos sonriendo fugarnos en la madrugada sin decirle adiós a nadie sin saber por cuánto tiempo ni la ruta que el azar y nuestros ahorros trazarían ni tu padre al teléfono ni ningún otro temor pudo frenarnos tampoco ver tus ojos miel cada amanecer con el viento revolviendo tu cabello oírte cantar tus baladas favoritas al camino sentir los dedos de tu pie jugueteando con mi barba detenernos cada tanto para admirar las montañas o las playas ni siquiera esas noches al dormir en el carro repletos de nosotros ni cuando en aquel palmar nos resguardamos de la lluvia con nuestras risas besos caricias y gemidos pudieron serlo aquellas tardes en Oaxaca por vivir nuestra historia al escalar las pirámides por saborear la tradición al comer en algún mercado por descubrir mundos fuera de nosotros al conocer otros viajeros a la luz de la fogata pero de pronto esa historia con sabor a mundo no nos satisfizo incluso la sorpresa se volvió monótona y cuando volteamos la mirada observamos que los días habían transcurrido como un río salvaje sin pausas para descansar y reflexionar y entonces todo cambió:

como los paisajes en la carretera, como tú y como yo; y lloramos al confirmar que nuestros caminos se bifurcarían.

No sé si volvamos a encontrarnos, pero si ocurriera te diría que de aquel viaje guardo la mirada excitada: a cada momento hallábamos un nuevo horizonte y el haberlo mirado juntos lo fue todo.

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