SONETOS ELEMENTALES
1. SONETO DEL AGUA
Si es agua lo que lleva mi torrente,
más tarde o más temprano, tus orillas
lamerá con anuncio de semillas
en su lengua infinita de corriente.
Te lavará las manos y la frente.
Resbalará salada en tus mejillas.
Salpicará traviesa tus rodillas.
Convocará tu sed hasta mi fuente.
Se verterá formando una guirnalda
–cópula de sudor y desvaríos-
que se sume a la historia de tus ríos.
Lloverá vertical sobre tu espalda.
Mecerá en una cuna tus navíos
resumiendo tus viajes y los míos.
2. SONETO DEL FUEGO
Si es fuego lo que inflama mi torrente,
-los soles de mi herida- cualquier día,
descubrirá tu azul melancolía
crepitando en tus sueños de repente.
Arderá en las cavernas de tu mente
entibiando de hogueras tu agonía.
Confundirá tu lengua con la mía
llenándote las lunas de creciente.
Te prenderá el cigarro a la aventura
de brillar sin que el tiempo te reproche
que fumaras la cola de un cometa.
La sombra trazará, de tu figura
alucinando formas en la noche
imposible en su viaje de saeta.
3. SONETO DEL AIRE
Si es aire lo que ruge en mi torrente,
cuando menos lo esperes, en su vuelo
despeinará los años de tu pelo,
se colará en tu pecho, impertinente.
Te hablará con las voces de la gente.
Escribirá huracanes en tu cielo.
Se fundirá en suspiros con tu anhelo.
Se quedará contigo dulcemente
pintándote mis labios en las alas,
rolando mis quejidos en tu boca,
tañendo mis campanas en tu risa.
Gemido de tus bosques por las talas
de fragancias y nidos que desboca
en ciclón el secreto de la brisa.
4. SONETO DE LA TIERRA
Si es tierra el cataclismo en mi torrente,
en alguna de tantas sepulturas,
tropezará tu pala en mis honduras
con retoños de un nuevo continente.
Se tenderá a tus pies, condescendiente.
Parirá de sus úteros pasturas
que nutran tu bocado de mixturas
borrachas de avalanchas y simiente.
Tallará cicatrices de tus pasos.
Se sorberá tus horas imprecisas,
rubricada en cinceles de tu llanto.
Soportará el bastón de tus ocasos…
…la boca negra te abrirá sin prisas
para guardar tus besos en su manto.
5. SONETO DEL ÚLTIMO ELEMENTO
Si no es agua y no puede ser tormenta
y no puedes beberte mi aguacero,
si no es fuego y no enciente ni un chispero
y no alumbra ni entibia ni te inventa,
si no es aire ni el viento lo alimenta
ni libera a tu duende prisionero,
si no es tierra ni bosque ni potrero
ni valle que tus ríos apacienta,
será clamor que grita en el vacío
la rotunda sentencia de mi muerte
sin futuro, pretérito o presente.
Será mi voz enorme en el desvío
de mi destino huérfano de suerte…
inútil poesía… mi torrente.
6. LA FURIA DE LOS ELEMENTOS
Sabes, la tempestad no es otra cosa
que furia de los ángeles caídos.
los truenos, maldiciones y gemidos,
de la pena de amor que los destroza.
Y es el magma volcánico la rosa
seminal de sus falos florecidos,
palabra que resuena en estallidos,
estampidas de voz que se rebosa.
El silencio que sigue al cataclismo
es amor de mujer que se resigna
al que no pudo ser como sería
si no fueran los ángeles abismo
de la cópula infértil y maligna…
si Dios se enamorara un solo día.
7. INVENTO ELEMENTAL
El sabio lo pensó sin dilaciones.
Hizo de la cavilación forma de vida
y dio por fin, acorde a su medida,
con un invento de estas proporciones:
un elemento que sin distinciones
de sexo, clase, piel descolorida,
o religión a fuego consabida
a todos repartiese bendiciones.
Se inventó el aire, convencido acaso,
de que premiaba a todos los pulmones
sin temer que estuviera ya inventado.
Más cruel que su inocencia fue su atraso
pues existían ya los socavones
y el amor ya ejercía su reinado.
8. SEÑOR DE LAS TORMENTAS
Señor de las tormentas que me arrojas
tan lejos de tu mar y tu frescura,
tan hecha a la pisada que perdura
(arena en discreción que ya no mojas).
Náufraga en tierra, luna que despojas
del movedizo espejo de tu hondura,
de tu sal, tu vaivén, tu caladura
en mis lenguas de flor y mieles rojas.
Tu rada no me nombra ni me espera;
no pregunta por mí tu pez espada;
no me penetra el sol tu llave artera.
Ausente, me sentencias a la hoguera;
me olvidas más allá de la ensenada,
viajan al sur tus ojos de quimera.
9. SEÑOR DE LOS ELEMENTOS
Solo con decir ―aire― te apareces,
te engalanas de espacio y de cometas
y da la luz a luz, como saetas
a flor de piel, tus alas y tus mieses.
Solo con decir ―viento― recrudeces
atronador, tu grito de trompetas.
Cataclismo que arrasa las veletas.
Huracán que fecunda desnudeces.
Solo con decir ―brisa― te adormeces,
susurras tu mejor canción de cuna
te quedas a menguar como la luna.
Solo con decir ―vuelo― me anocheces,
me dejas a las puertas de tu viaje
y asfixias mi avidez en tu plumaje.
UN SONETO PARA LOS SONETOS
Son sonetos de agosto, marinero,
ocurridos en curso de naufragio
que reseñan la historia de tus dedos
del teclado a una cama del alquiler.
Son sonetos de agosto, jardinero,
cerrajero, poeta y burlador,
que mitigan la anchura de la rosa
que arrojaste vencida en el andén.
No precisan camino de regreso
ni un correo gentil que los redima
o una contestación condescendiente.
Nada preguntan pues como bien sabes
no miente la respuesta. “La pregunta
que interroga al amor es la que miente”.
1. DESCUBRIMIENTO
Me prometes un barco de madera
de tal misterio que la misma playa,
como el silencio que la voz soslaya,
se nuble en la memoria traicionera.
No me nombres el mar si no es quimera
que pescaste tejiendo tu atarraya.
No me tientes –contigo- a que me vaya
a profanar mi nombre de barquera.
No me cambies las manos abisales
por el viento que mece tu marea
hacia el témpano yermo de la muerte.
No me pintes banderas colosales
donde sabemos que un pañuelo ondea
ni me llenes de brújulas la suerte.
2.CONQUISTA
Paroxismo de cópula en la roja
lengua que dice y lame las palabras.
Que se inventa legión de abracadabras,
me corre en las cavernas y me moja.
Oficiante, exorcizas de congoja
cada rincón que con el falo labras.
Dante bribón, Señor de las palabras
y el alfabeto que Beatrice escoja.
Me bautizas con semen en la pila
de tu boca procaz y desmedida
hundiéndome estival, todo tu beso.
Del verbo al aluvión tu voz oscila
desbordando los labios de mi herida
abierta del placer bajo tu exceso.
3. COLONIA
A contraluz suspiro las vocales
que trazara tu ímpetu en mi lecho
y me tiemblan tus huellas en el pecho
y me llueve tu música a raudales.
Sobre mi piel tus manos otoñales,
más que un deber, imprimen un derecho.
Grafías, pinceladas al acecho,
carne y pizarra de tus iniciales.
Maestro, mi maestro de maestros,
cómo duelen los ríos en tus cauces
y vierten un clamor de cataratas.
Letras fluviales, lágrimas de sauces,
lenguas y cuerpos desvariando -nuestros-
en mi piano tus húmedas cantatas.
4. IMPERIALISMO
He sabido que el puente está quebrado
desde que lo crucé por vez primera,
y jugando a pasar hacia tu vera,
con cáscaras de huevo lo he curado.
Has sabido que el río se ha secado
desde que mencionaste su ribera,
y jugando a inventar la primavera,
con malicia invernal te lo has callado.
Está bien que parodies el rocío
si es brisa el río que en tu voz divaga,
pero intenta caer desde mi puente.
Prueba a trovar rodando la pendiente:
la caída es de piedra y hace llaga
y el vacío está lleno… de vacío.
5. APOGEO
Qué cantaban tus trinos en mi oído.
Qué roncaba en mis musgos indiscreta,
sin sordina, tu espléndida trompeta
–fragante de trigal anochecido-
Qué estallaba en mi lienzo embravecido.
Tu pincel, qué inundaba de violeta.
Qué colores hendían mi paleta.
Qué escapaba de mí con mi vestido.
Qué sol se me salía por los ojos.
Qué magma se asomaba por tu lengua.
Qué justa se libraba en los viñedos.
Qué fiesta de violetas y de rojos.
Qué azul, para la luna que la amengua.
Qué malabar de cielos y de dedos.
6. BATALLAS
Si regresas de llanto entumecido
y en tus manos castiga la labranza,
si mueres en batalla con tu lanza
de trazar surcos en el viejo nido.
Si te haces a la noche, desvalido,
si la pluma, a tus dedos, ya no alcanza,
si te clama mi lengua por venganza
del incendio que urdiste en mi quejido.
Zarpa de ti, proscrito continente.
Eleva el mástil con la vela mía.
Sana de mis auroras la rompiente.
Dulce desquite, tregua complaciente:
arrodilla tu barco en mi bahía
y lámeme la herida, penitente.
7. DECADENCIA
Ámame cada vez que te desnudas
y de noche la luna se te llena.
Si duermes, a merced de tu cadena,
tu resaca de amnesias y de dudas.
Ámame en tus marismas más agudas,
cuando escribes con p sobre la arena:
pobre poema para pobre pena,
mientras llora la piel que desanudas.
Si retienen mis piernas tu cintura
y penetras más hondo en la hondonada
–triste aguacero de tu caladura-
ámame en el jadeo que rotura
el remanso de plumas de tu almohada
cuando evocas de un bosque la dulzura.
8. CAPITULACIÓN
Me cercaste de versos y de naves,
me llamaste a gemidos del destierro
y bordaste un jardín como cencerro
para el sórdido vuelo de mis aves.
Me hendiste el filo de tus ojos graves.
Me dejaste sedienta en el encierro.
Me marcaste a metáforas de hierro
brutales dentelladas de tus llaves.
¿Qué le queda a mi ciega cerradura?
¿Qué le queda a la luz, si no la sombra?
De tus coitales ecos, ¿qué perdura?
¿Qué les queda a los mares sin hondura?
¿Qué le espera al amor que se desnombra…
y al umbral donde falta tu figura?
9. CAÍDA
La flor será tan roja y tan inerme
como la rosa entre mis piernas fuera.
Sombra de cruz, paloma mensajera,
palabra erecta que en tu cripta enferme.
Fallida tu aventura de leerme:
tierra a la tierra –restos de la hoguera-
Torrente a la cisterna que lo quiera,
polvo al colchón donde el silencio duerme.
Derrotados por fin, tumba y anhelo,
en un tálamo el muerto floreciente
y su muriente flor, roja de duelo.
Sobre tu abismo, bajo nuestro cielo,
filo de luz, tentáculo y ariete,
de tu infinita voz en el deshielo.
10. DESTIERRO
Tan solo habla francés y es natural,
fue educada en París por los malditos,
entrenada en las artes y los ritos
de Charles Baudelaire y Jeanne Duval.
Su formación, acaso fue infernal:
Aprendió con Rimbaud voces y gritos
Y a fuego se esculpió los apetitos.
Él le pintó de rojo una vocal.
Su nombre propio fue Melancolía,
negro bautizo, tórrido país,
nombre común de ausencia sustantiva.
-Tais toi- responde mi melancolía
Cuando pregunto dónde está París
en mi carta natal copulativa.
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